viernes, 29 de abril de 2011

“¡Bum!”

En el televisor, el Señor Barriga amenaza una vez más con dejar en la calle a Don Ramón porque no le paga la renta, pero Julio tiene sueño y no tiene ánimo para reírse de los chistes repetidos de El Chavo. Son las dos de la madrugada. La madre duerme, los hermanos también. El padre está sentado en el sillón, con los ojos abiertos, pero sin vida. Su aliento todavía a huele a alcohol, pero Julio ya está acostumbrado y ese olor lo va a asociar toda su vida con el padre y su muerte. La Chilindrina logra que El Chavo y Quico se peleen y comienzan a correr entre los muebles de Don Ramón, que parece, esta vez sí queda en la calle. Julio se ríe y enseguida mira al padre, esperando que éste también lo haga. Pero no. Está muerto. “Pá, andá a costarte si querés”, le dice tímidamente, y al no recibir respuesta le dan ganas de llorar. Piensa que su papá está enojado con él. Apaga el televisor, se acerca a su padre y le dice: “No te enojes, Pá, ya me voy a dormir”, y le da un beso en la mejilla fría, muerta. Se va a acostar. Al otro día, en el velorio, se acerca al ataúd y mira al padre: la misma cara, la misma mirada de la noche anterior. Lo escupe. La madre le pega delante de todos los presentes. Llora hasta perder el conocimiento.

Cuando abre los ojos nuevamente, tiene veintinueve años, su cara no es su cara, es la del padre. La madre ya no está pero la extraña más que a nadie. Se mira al espejo, con el dedo índice y el gordo forma una pistola, que lleva hasta su sien y de su boca sale un “¡Bum!” Sonríe. Se termina de vestir y se va a trabajar. Sabe que no va a volver, pero también sabe que mañana va a ser noticia y tapa de los diarios locales. Los periodistas hablarán de locura, de asesino, de psicópata… Él sabe que nada de eso va a ser verdad. Él sabe, también, que el padre le robó mucho más que el rostro: le robó la vida y las ganas de vivirla.

08 de marzo - 29 de abril de 2011

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