viernes, 25 de noviembre de 2011

Se lo digo bajito


Yo le cuento bajito,
así como al pasar
Usted no diga nada, nunca lo vaya a contar
Si se lo digo bajito es porque
un secreto deja de serlo, 
 cuando se dice en voz alta
Y esto es solo un susurro
Una bocanada
Pero que no se diga, que no se cante
Que, al parecer,
El que escribe
De rimas,
no sabe nada.


6 de julio – 25 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

El bebé de Ama.

Ramón se desperezó en el sillón. Husmeó para estar seguro de que Malena no estaba cerca, y saltó al suelo. La odiaba. Odiaba a la niña desde que la vio en brazos de Ama. Olfateó hasta dar con el aroma con el que la distinguía. Malena dormía apacible en su cuna. Avanzó unos pasos hasta llegar a la puerta del baño que se encontraba entreabierta. Ama estaba desnuda, enjabonando su cuerpo bajo la ducha. Ramón la observó unos segundos, disfrutando del aroma a jabón. Disfrutando de Ama, como antes, cuando no existía Malena. Luego corrió apresurado, directo a la cuna. De un salto estaba sobre el cuerpo de la beba, que por algún motivo no lloró. En ningún momento lloró hasta que oyó el grito de Ama. 

Ramón sabía que Ama le hablaba a él, era la voz “para él”. Corrió a su encuentro y se detuvo a sus pies. Ama sostenía algo apestoso en sus brazos, algo horrible: una criatura pelada, sin dientes, sin garras, de manos diminutas y arrugadas, de piernas cortitas y flacas, que gritaba como una rata hambrienta. Una rata bebé hambrienta. Ama hablaba con la voz “para él”, pero le hablaba a la rata bebé. Ramón observó con desconfianza, olfateándolo todo dos veces. Saltó a la mesa, donde Ama había acostado al monstruo y sintió un aroma nuevo, excitante, que salía de la boca de la niña. El olor era familiar, pero distinto: más puro, más carnoso, más caliente. Irresistible. Ramón se acercó hasta Malena y lamió su boca diminuta. Fue la primera vez que Ama lo golpeó, tirándolo de la mesa y gritando con voz diabólica. Una voz que aterró a Ramón como nunca antes. Una voz que le aceleró el corazón. Ramón se refugió debajo del sillón, confundido, incluso atontado y desde ahí observó por horas el ir y venir de Ama. Desde ese rincón oscuro, Ramón oyó llorar varias veces a Malena. Desde ese agujero, el gato movía su cola inquieta mientras se saboreaba. 

Hacía dos años que se paseaba por la casa a su antojo. Ama lo trajo desde muy pequeño, cuando su llanto también era un chillido molesto, cuando sus pasos eran inseguros. Ama lo cuidó, lo mimó, lo hizo feliz. Ramón lo tenía todo. Conocía cada recoveco de su casa, cada ruido, cada aroma. Ama le permitía todo. Los sábados por la noche, recostados en el sillón, ama acariciaba su lomo y le hablaba. Siempre le hablaba. Dos años atrás, Ramón era el bebé de la casa. El bebé de Ama. Pero llegó Malena y el grito diabólico de Ama.

El gritó había roto la relación para siempre. Ramón veía a Ama, pero siempre con el monstruo en brazos. Ya no se le despegaría. Ya le había robado la voz de Ama. Ahora la voz era “para ella” Ramón las oía reír y llorar, escondido debajo del sillón. Cuando Ama no andaba cerca, Ramón salía de su refugio y la encontraba en la habitación, mirando la cuna. Ramón las observaba desde la puerta. Lo veía todo. Lo olía todo. Ama solo lo acariciaba cuando la criatura dormía en la cuna. Ramón disfrutaba de ese pequeño momento del día, que antes le pertenecía por completo y que ahora dependía del sueño de la niña. Y él quería que ella durmiera para siempre.

Hacía tres semanas que Malena había llegado a su hogar. Su madre había acomodado la cuna a los pies de la cama. Mientras Malena dormía entre mantas y peluches, Ramón dormía recostado en el sillón. El ruido del agua cayendo fue lo que lo despertó. Se desperezó y luego se dirigió a baño. Ama comenzaba a darse un ducha tranquila. Ramón entró a la cuna y por algún motivo, Malena no lloró. Ramón mordió y mordió, los bigotes se tiñeron de rojo, gotearon rojo. Las garras se hundieron en el pequeño rostro. Pero Malena no lloró. 

Ama terminó de ducharse y el silencio invadió la casa. Ramón se percató de la mudez y huyó. Conocía cada recoveco de la casa. Sabía que la ventana del lavadero permanecía abierta. Ramón huyó, pero antes, desde la vereda escuchó el grito diabólico de Ama. Desde la vereda también pudo oír el llanto de Malena. Y lloraba como una rata bebé hambrienta. Pero no lloró más. Ya durmió para siempre. 

25 de agosto- 18 de noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Un cuerpo sin vida


Hace unos días que presiento el fin
Y el fin es aterrador
El espejo me devuelve un rostro apagado
De ojos vacíos, de miradas puestas en el pasado
En las heridas: el baño, el daño y las manos…
El pasado me invade con recuerdos pútridos
De una niñez abusada, maltratada, manoseada
De un baño sucio, (d)oloroso, un baño de mierda
La vida una mierda que atravesamos solos
Mi niñez se perdió cuando se tiró la cadena y
Como un feto abortado fue a caer a lo oscuro
Al vacío, a la nada.
Y la atravesé nadando con la mierda en el cuello,
En la garganta, en el cuerpo
Después el silencio, el miedo, la vergüenza,  la locura…
Arrastrando un cuerpo tocado, señalado,
Murmurado, hablado, escupido, vomitado…
Y luego, callado.
Un cuerpo silencioso que pide ayuda
Un cuerpo moribundo que no descubre paz
Un cuerpo que desea a la mujer de su vida
Un cuerpo que desea al hombre de su vida
Un cuerpo en busca de una vida.

30 de julio- 11 de noviembre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

Paranoia

Y ahora todos son enemigos. Ahora, cuando más los necesito. Cuando más cerca estoy del fin. Y los veo acercarse, y mueven la boca y me dicen mentiras para sostener la charla un momento más. Y no los conozco. Ya no los conozco. Y no me veo reflejado en nadie. Y es como si no existiera. Y no me ven. Los silencios se hicieron cotidianos. ¿Para qué hablar? ¿Para qué volver a explicar? Si ahora todos son enemigos. Sí, ahora todos callan para no dañar. Y pienso en lo que creo que piensan como si pudiera acertar. Y a veces acierto. Y ahora me miran, como analizándome, como si sospecharan que sospecho de todos ellos. Pero no lo saben. No saben qué es lo que pienso en realidad. No saben sobre la realidad. Y se comportan raros, como si todos actuaran para mantener la apariencia, para sostener la ficción de la vida. Pero ya no me engañan. Y ahora les hago creer que me lo creo todo, que todo es real, incluso lo que siento. Y me miento, en muchas cosas me miento. Y me mienten, en muchas cosas me mienten. Y todos lo sabemos pero nadie lo dice. ¿Por miedo? Sí, por miedo a tirar del telón y desnudar la mentira que es la verdad de la mentira que es la realidad. Y algunos no quieren ver, se niegan a verlo. Y otros lo saben pero no lo creen. Y me rio. De todos me rio. Me rio de mí, de mis pensamientos, de mis acciones, de mis dichos. Pero más me rio de ellos por tomarse tan en serio, porque están convencidos de que esto es vida… Y continúo la vida porque yo también sé mentir. Y me río con mis enemigos, porque ahora todos son enemigos. Ahora, cuando más los necesito. Ahora son enemigos.

29 de octubre - 4 de noviembre,  2011