viernes, 29 de abril de 2011

“¡Bum!”

En el televisor, el Señor Barriga amenaza una vez más con dejar en la calle a Don Ramón porque no le paga la renta, pero Julio tiene sueño y no tiene ánimo para reírse de los chistes repetidos de El Chavo. Son las dos de la madrugada. La madre duerme, los hermanos también. El padre está sentado en el sillón, con los ojos abiertos, pero sin vida. Su aliento todavía a huele a alcohol, pero Julio ya está acostumbrado y ese olor lo va a asociar toda su vida con el padre y su muerte. La Chilindrina logra que El Chavo y Quico se peleen y comienzan a correr entre los muebles de Don Ramón, que parece, esta vez sí queda en la calle. Julio se ríe y enseguida mira al padre, esperando que éste también lo haga. Pero no. Está muerto. “Pá, andá a costarte si querés”, le dice tímidamente, y al no recibir respuesta le dan ganas de llorar. Piensa que su papá está enojado con él. Apaga el televisor, se acerca a su padre y le dice: “No te enojes, Pá, ya me voy a dormir”, y le da un beso en la mejilla fría, muerta. Se va a acostar. Al otro día, en el velorio, se acerca al ataúd y mira al padre: la misma cara, la misma mirada de la noche anterior. Lo escupe. La madre le pega delante de todos los presentes. Llora hasta perder el conocimiento.

Cuando abre los ojos nuevamente, tiene veintinueve años, su cara no es su cara, es la del padre. La madre ya no está pero la extraña más que a nadie. Se mira al espejo, con el dedo índice y el gordo forma una pistola, que lleva hasta su sien y de su boca sale un “¡Bum!” Sonríe. Se termina de vestir y se va a trabajar. Sabe que no va a volver, pero también sabe que mañana va a ser noticia y tapa de los diarios locales. Los periodistas hablarán de locura, de asesino, de psicópata… Él sabe que nada de eso va a ser verdad. Él sabe, también, que el padre le robó mucho más que el rostro: le robó la vida y las ganas de vivirla.

08 de marzo - 29 de abril de 2011

viernes, 22 de abril de 2011

Este y Aquel

Este le dijo a Aquel que necesitaban hablar. Aquel le dijo que él también pensaba que era necesario hablar. Hacía dos semanas que no se veían. Este habló y dijo su verdad a medias. Aquel lo escuchaba y lo miraba hablar. Este se sintió observado y por eso decidió callar algunas cosas más. Aquel se dio cuenta que la boca de Este le atraía y se sintió nervioso. Este también se puso nervioso al sentirse deseado, pero más cuando se dio cuenta que la mirada de Aquel comenzaba a excitarlo. Ambos decidieron dejar la charla para otro momento y se fueron al bar de la esquina. Después de un par de cervezas y de hablar de cosas que a ninguno de los dos le interesaba realmente (la gente a veces habla de cosas que no le interesa pero necesita dar su opinión), Este invitó a Aquel a su casa. En la casa, Aquel prendió un faso que fueron fumando mientras bajaban un vino que habían comprado en el camino. Aquel se acomodó en uno de los sillones y desde ahí observó a su amigo. Comenzó a sentirse excitado de nuevo al observar cómo el jeans marcaba las piernas de Este, quien se dio cuenta que Aquel lo observaba pero se hizo el distraído. Se quedaron en silencio por un largo rato. Pegó lindo- comentó Aquel. Este asintió y sonrió. A Aquel le gustó esa sonrisa. Se miraron un rato largo, en silencio. Ambos sabían lo que debía pasar, pero temían que pasara. Afuera, un perro ladró y se le unieron tres más, solo por un momento. Después, silencio.

A cinco casas de la de Este, Ella enchufaba el secador de pelo que causaría un corte en toda la cuadra y que le atrasaría la cita que tenía con El Otro, el que estaba casado. Pero finalmente se encontrarían y pasaría lo que sabían que debía pasar. En otro barrio, La Otra hacía como que miraba televisión cuando en realidad pensaba en lo infeliz que era, en lo sola que se sentía aun teniendo hijos y un hombre que se veía con Ella, pero que no sabía que para La Otra era evidente. En otra casa, Él se masturbaba mirando porno en internet, confiado de que Ella dormía o estudiaba porque ya se habían despedido por chat y ella le dijo que esos eran sus planes para las horas siguientes. Él nunca se enteraría del corte de luz que causó Ella.

El apagón los alivió un poco, ya no tendrían que disimular las repentinas erecciones. Pero Este quiso avanzar un poco más, sólo por curiosidad. Cualquier movimiento que hacían producía ruidos que los incomodaban porque evidenciaba que esos cuerpos no podían estarse quietos, necesitaban moverse. Cuerpos tensos por el momento, la situación, el deseo prohibido que los poseía por completo y al cual querían espantar antes de que sucediera lo inevitable. Los corazones latían con desesperación, la respiración se les hacía difícil e incómoda, el silencio invadía toda la sala al punto tal que el mínimo sonido parecía aturdirlos. ¿No tenés velas?- preguntó Aquel. Este, como respuesta se le tiró encima robándole un beso brusco que hizo que sus dientes sonaran y sangraran (despacio) un poco. Se miraron un rato en la oscuridad pero no se veían los rostros. Aquel tomó de la nuca a Este y lo acercó a su boca para acariciar con su lengua la lengua de Este. Y ya no hubo vuelta atrás (¡Me duele!) La oscuridad fue testigo de aquellas manos torpes tratando de desnudar al compañero, de tocar aquello ajeno y desconocido pero familiar, testigo de cómo Este tomó a Aquel de la nuca y casi lo obligó a tragar aquello y Aquel quiso y no quiso probarlo pero lo probó y en la oscuridad no le importó disfrutarlo. La oscuridad también fue testigo de cómo Este forcejeó con Aquel hasta lograr ponerlo en cuatro patas para darle fin al asunto (¡ay!).Aquel gritó, pero después los dos gimieron y la respiración se agitó, se hizo música cuando penetró (¡despacio!) al silencio y lo invadió todo. La oscuridad vio los rostros extasiados, los rostros que ellos luego olvidarían porque la mente y la sociedad los obligaría a olvidar, a callar, a pensar que ese acto no fue el correcto, que sus mentes, sus cuerpos, actuaron de forma irracional. Porque en ese momento no fueron ellos. En ese momento fueron uno solo, porque Este se sintió Aquel así como Aquel se sintió Este. Y eso fue lo que más les aterró. Sentirse desnudos de cuerpo y alma los aterró y eso los llevó a que sus movimientos fueran más rápidos, más violentos y más placenteros… Hasta acabar extasiados, avergonzados, humillados… culpables. Aquel se sintió húmedamente invadido. Este salió de Aquel y Aquel se sintió vacío por unos segundos. Se vistieron a las apuradas. Aquel casi huyó al baño. Este prendió un cigarrillo, nervioso. Se sentó en uno de los sillones y oía a Aquel vomitar en el baño, lo que causó sus propias arcadas, las que logró controlar. Aquel salió del baño secándose las lágrimas que el vómito causó, pero en las que también se fueron lágrimas de dolor y vergüenza por lo ocurrido. Se sentó frente a Este y le pidió un cigarrillo: ¿Me convidás un cigarrillo?- le dijo. Este se lo alcanzó evitando rozar siquiera un dedo pero de los nervios se le cayó al suelo. Los dos rieron, nerviosos primero, pero después a carcajadas. Risas demenciales, llenas de vergüenza, de miedos, de preguntas, de complicidad, de espanto. Y luego el silencio. Incómodo silencio, inoportuno, se hacía presente. Aquel habló de que se tenía que levantar temprano para hacer unos papeles para no se bien que cosa pero que era muy importante y que ya se tendría que estar yendo, y que sí, anda tranquilo, nomás, hablamos otro día, y ya se fue poniendo la campera y encarando para la puerta, donde la despedida se hizo incómoda y torpe, donde quedó un abrazo no correspondido y un beso en la mejilla que fue doloroso porque ambos se golpearon los pómulos. Un beso doloroso (¡ay!) como la despedida misma. Este veía cómo Aquel se iba y se sintió aliviado pero triste. Sabía que se iba todo lo vivido juntos porque ya no se verían. No se podrían mirar a la cara. Después, ambos culparían mentalmente al alcohol y a la marihuana. Nunca hablaron de lo ocurrido con nadie. El silencio.

Más tarde, Ella volverá sonriendo a su casa, sonriendo por lo ocurrido con El Otro en el mismo telo de siempre, deseando que Él le hiciese alguna vez aquello que El Otro le hacía. Pero eso nunca ocurriría. Apenas unos minutos después, El Otro entrará a su casa tratando de no hacer ruido para no despertar a la familia. Buscará algo para comer en la heladera y después se acostará junto a La Otra, a la que besará en la frente antes de darle la espalda para dormirse casi al instante. En el mismo momento en que Ella entrará a la casa sonriendo, Él girará su cuerpo para quedar boca abajo y abrazar la almohada. Esa noche soñará que Ella le ayuda a pintar su habitación y en un descuido se mancha la remera y se la saca y comienza a sonar música y Ella le hace un stripteases íntegro para terminar tirados sobre la barra de un boliche, haciendo todas las poses que sólo en sus sueños hará. Cuando despierte le dolerían los huevos.

Este y Aquel se volvieron a ver doce años después, en un cumpleaños de la hermana de la prima de La Otra. Ninguno de los dos conocía a los demás invitados. Al principio trataron de evitarse pero terminaron hablando mientras bebían vino. Hablaron de sus mujeres, sus hijos, recordaron a viejos amigos, viejas anécdotas que festejaban a carcajadas para evitar el silencio. Y después, el champagne para el brindis, y más vino y lo que venga. Aquel invitó un fasito que salieron a fumar al patio del quincho en la que se hacía la fiesta. Siguieron hablando y riendo hasta que el silencio se hizo presente, nuevamente, para develar que ninguno de los dos había olvidado aquel momento tan lejano pero tan presente. Se miraron esperando una mínima señal de parte del otro para dar el siguiente paso o para huir. Los dos temieron. Volvieron a entrar a la fiesta. A los diez minutos, Este se despidió (huyó) de Aquel, quien se mostró aliviado al verlo irse. Nunca más se volvieron a ver. Los hechos se perdieron en el silencio y la oscuridad de sus mentes y sus cuerpos.

27 de marzo, 19 de abril de 2011

viernes, 15 de abril de 2011

Desvelo

Los perros ladraban a fuera de la casa. Uno, dos, tres ladridos. Silencio. Más ladridos. A fuera, solo la oscuridad estaba presente. Al no ver a nadie cerró la cortina por donde espiaba. Volvió a su cama. Prendió un cigarrillo que fumó acostado. Había leído por ahí que fumar en esa pose le hacía más daño al cuerpo y al organismo. Pero había leído tantas cosas en su vida que algo así no lo intimidaba. ¿Qué peor que catorce años de nicotina dentro? Un cáncer, pero no quería pensar en eso. Peor la muerte a la que quería lejos por un par de largos años más. Aplastó el cigarrillo sobre el cenicero de vidrio (cenicero que le regaló la madre después de una fuerte discusión cuando se enteró de que su hijo fumaba y sólo tenía trece años. Como reconciliación, la madre optó por regalarle ese cenicero de vidrio en muestra de cuán contradictoria y extremista era. Cenicero que le gustaba no sólo por el vidrio transparente sino que también porque en él murieron la mayoría de sus cigarrillos en sus noches de desvelos) Afuera los perros continuaban con los ladridos. “Algún espíritu, algún alma en pena”- diría la abuela. Pero él no creía en eso aunque en la casa ya había habido más de una muerte. La del abuelo fue la tercera, después de la del hermano y la sobrina. ¿Cuántas veces se sintió morir él mismo? La última vez fue la peor: el mar parecía la boca de un gigante, una boca húmeda, llena de saliva, una boca gigante que esperaba que él, que su cuerpo, cayera de aquel risco. Había pensado en la madre antes que en nadie. La madre, esa mujer que le dio la vida, pero también le dio todos los caprichos y todos los retos que tuvo que dar. La madre. La vieja. Esa mujer que sólo un hijo sabe cuánto significa, cuánto valen todos esos momentos, esos mates, esas risas y mentiras cómplices, esos silencios para no dañar. Y llegar a la conclusión de que jamás le va a poder pagar todo lo que ella hizo por él. Su mente volvió a aquel día en el que el mar se presentó como la boca de un gigante y la piel se le erizó. Prendió otro cigarrillo. Escuchó los pasos del padre que se levantaba para ir al trabajo. “Deben ser las seis y media o siete”- pensó, mientras le daba otra chupada al cigarrillo. Su padre, que siempre hizo la misma rutina: levantarse a las seis y media o siete, tomar dos pavas de mates solo y después desayunar un café con pan con manteca o facturas, depende de la plata que hubiera en la casa. “Todo siempre dependió de la plata”- dijo a la habitación vacía y silenciosa. De fondo escuchaba el ruido que hacía la bombilla con cada mate que terminaba el padre. “¿La gente de otros países no conocen ese ruido?” Él creció con ese ruido. Él hacía ese ruido cada vez que terminaba un mate con los amigos o con sus viejos. Otra calada al cigarrillo que aún no iba por la mitad y no sabía si lo iba a poder terminar. La panza le reclamaba comida. Pensó en levantarse y tomar mates con su viejo pero a la vez disfrutaba oyéndolo desde su cama. Los perros volvieron a ladrar pero se callaron enseguida y al unísono, como si se hubiesen puesto de acuerdo en que se debía hacer silencio. Que absurdo. Apagó el cigarrillo. El humo le dañó un ojo que dejó caer una lágrima. Cayó de esa montaña. Cayó directo al mar. Las olas iban y venían cada vez con más velocidad. Se lo querían llevar. Las lágrimas caían. Él lloraba de miedo, de bronca, de tristeza, de soledad, de desesperación. De humano. No quería volver a pensar en ese momento. Decidió levantarse para despejar su mente. “¿No te podés dormir?”- le preguntó el padre. “Tengo hambre”- le respondió. El padre le pasó el primer mate y él se concentró en las noticias de la tele. Las mateadas con el padre por lo general eran silenciosas. Al tercer mate el padre dijo: “¿Viste lo que pasó en Japón?” El mar había arrasado con Japón. (No entendía cómo él había podido salir de ahí aquella vez) Miró la noticia en silencio mientras el padre decía “¡mirá! ¡mirá es una locura”- y reía como si las imágenes fueran trucadas, como si se tratara de una película de ciencia ficción, que fue como presentaron la noticia los del noticiero. Las imágenes lo atemorizaron. Se sintió pequeño…allá arriba, me caigo, me resbalo, mis dedos no pueden sujetarse, mis pies no encuentran apoyo, voy a morir, perdón viejita, perdón… Y después la oscuridad. Despertó en la casa de los padres. No preguntó qué había pasado. Nadie habló del tema. Silencio. Siempre se hizo silencio en esa casa. Del abuelo no se habla, menos del hermano ni del sobrino. No se habla de nada. “Me voy a dormir”- dijo, sin mirar al padre. No quería que lo viera llorando. El almohadón se fue humedeciendo de a poco. Se durmió y soñó con su caída y con Japón. Soñó con el mar. Con el abrazo que nunca llegó. Con el silencio. Con los padres. Con los perros. Con cigarrillos y ceniceros…. Con el desvelo.

22 de marzo- 15 de abril de 2011

viernes, 8 de abril de 2011

La Niñez (3ª parte): Apocalipsis

¡Papá de mierda! ¡Y qué me importa a mí si me voy al infierno si total todos se van a ir para allá! Y más mi papá que al final era el más maldito de todos porque no me compró la bebota y además se fue de mi casa y ni un beso me dio. Y se fue el día de mi cumpleaños y yo le pregunté por mi bebota y me dijo que ya estaba grande para las muñecas y yo me largué a llorar y mi mamá me retó porque ella es la más mala de todas y por eso mi papá se fue de la casa, por su culpa, por eso se fue a vivir con la mamá de la gorda Micaela, esa gorda puta de mierda, porque ella sí es su otra hija y era todo verdad, mi papá era novio de la mamá de la gorda y ahora es su marido y es el papá de ella y encima ahora la gorda me hace burla en el recreo y yo lloro y no quiero ir más a la escuela pero mi mamá me obliga a ir y por eso todos se van a ir al infierno, porque todos me mintieron y yo ahora también voy a mentir qué tanto, si todos mienten y porque mi abuelita se murió y ella me había prometido que siempre iba a estar conmigo y me mintió porque se fue y me dejó solita y ya nadie me defiende cuando mi mamá me reta y ya nadie llora conmigo y ni me abrazan ni me dan un beso como me hacía mi abuelita y ahora también se me murió mi abuela Zulemita que también era buena conmigo y aunque no me gustaba su arroz con leche, yo comía por lo menos una taza porque ella me lo hacía para mi y yo le decía “está rico, abuelita” y ella se quedaba contenta y prendía uno de sus cigarrillos blanco y largos y de feo olor, y miraba por la ventana como sonriendo y movía la cabeza como diciendo que sí, y yo me quedaba mirándola calladita porque me gustaba verla sonreír porque ella era buena y solo me peleaba de peleadora que era nomás, pero yo me enojaba de enserio pero igual la quería porque a veces me daba plata y siempre me daba un beso pero yo no respiraba porque sus besos olían a cigarrillos pero sé que lo hacía porque ella igual me quería y ahora ya no la tengo y seguro que está en el infierno pero no importa porque todos nos vamos a ir al infierno porque todos mentimos y mi papá se fue con la mamá de la gorda sucia esa, y ellos igual se van a ir al infierno por pecadores y yo igual pequé pero ya no me importa porque si el pastor se podía llevar la plata de la ofrenda, ¿yo por qué no?, así que como se olvidaron de llevarse la plata de la reunión del sábado a la noche y la dejaron detrás del púlpito, el domingo en la escuelita dominical yo me hice la tonta y agarré y fui y saqué diez pesos, y cuando terminó la escuelita y todos jugaban y tomaban la leche, volví a buscar más plata porque quería más y habían tres billetes y muchas moneditas, así que en total tengo ahorrado como cuarenta pesos, pero la bebota debe estar más cara, de cien para arriba creo que le dijo una vez mi mamá a mi papá, pero no sé si hablaba de mi bebota o del reloj que después se compró y ella ya tiene como cinco relojes, pero yo voy a seguir ahorrando y me voy a comprar mi bebota y qué me importa que mi papá diga que ya estoy grande para jugar con muñecas, qué me importa si él es un borracho y un mentiroso y yo, desde que se fue lloro todos los días, y un día estaba llorando en mi cama y vino el tonto de Sebastián y me abrazó y me dio un beso y me dijo que me quería y yo lo escupí y le pegué muchas piñas y le dije que él también era un mentiroso porque no me quiere y siempre me pelea y me acusa con mi mamá y a él siempre le creen todo solo porque es el más grande, y él se quedó callado y parecía que iba a llorar pero seguro que se hacía nomás porque él nunca llora y seguro lo hacía para hacerme sentir mal a mí, y como no le salió, se paró y se fue y a mi qué me importa si total todos todos todos nos vamos a ir al infierno por eso yo no creo en el rapto ese del que nos hablaba la hermana Esther en la escuelita dominical y que después vimos en una película con mi mamá donde el mundo estaba en el Apocalipsis, pero en ningún momento aparecían los cuatro jinetes de los que hablaba la hermana Esther y que decía que iban a aparecer sobre las nubes, pero sí estaba la marca de la bestia en la película y la gente llevaba la marca en la frente o en la mano derecha, y me daba miedo la película porque la gente desaparecía cuando ocurría el rapto y solo quedaba la ropa de la gente y en un noticiero, el periodista hablaba del rapto y se cayó la cámara porque justo el camarógrafo fue raptado y el periodista gritaba del miedo y decía que no podía creer lo que había visto, y ahí me dio más miedo todavía, cuando se cayó la cámara, y dijo mi mamá que no tenía que tener miedo porque era diosito el que se los llevaba porque ellos eran buenos y no habían cometido tantos pecados, pero habían otros, que Dios no se los llevaba porque no eran tan buenos como para salvarlos y algunos aceptaban la marca de la bestia, pero habían otros que eran los protagonistas de la película que no querían aceptar la marca de la bestia y que se arrepintieron de sus pecados y por eso los perseguía la policía y todos los que tenían la marca para ahorcarlos, y ellos escapaban y subían a una represa que daba a un parque y ahí ellos se encontraron con el Mesías que los iba a salvar porque cuando ocurra el Apocalipsis va a volver Jesús y aquellos que aceptaron la marca de la bestia se van a ir directo al infierno y los que no la tienen se van a tener que presentar frente a Jesús y Dios va a decidir si se van al cielo o al infierno, depende de cuántos pecados tenga cada uno, pero eso no pasaba en la película, me lo contó mi mamá y la hermana Esther, y la película no la terminé de ver nunca porque era re larga y era en tres partes y yo siempre miraba la uno y la dos, porque la tercera era más complicada y me aburría mucho pero las otras dos las vi como diez veces ya y la parte que más me gusta es cuando aparece el Mesías con un manto blanco y el sol que le iluminaba todo el cuerpo que parecía un ángel y sonaba una canción que me gusta pero me da miedo a la vez y es triste también, y creo que el Mesías los perdonaba así que se iban a ir al cielo pero yo ya sé que eso no va a pasar porque seguro que todo lo que nos enseñaban en la escuelita eran mentiras porque yo tampoco soy tan tonta y no me voy a creer la historia de Jonás y la ballena pero la de Caín y Abel sí me la creo porque los hermanos siempre se pelean y siempre hay uno que es el más malo, porque Sebastián es malo y a veces quiero que se muera aunque igual lloraría porque yo lo quiero de verdad, solo que es muy peleador nomás y por eso es malo y yo soy buena, aunque no tanto porque ya robé en la iglesia y le pegué a la gorda Micaela y la hice sangrar y todo y yo quería que se muriera la gorda de mierda porque me robó a mi papá, ella y su mamá se tienen que morir, y yo la agarré en el baño porque ella le pidió permiso a la seño para ir al baño y yo me escapé mientras la seño le explicaba algo a Cristi que nunca entiende nada porque es más tonta que no sé qué y ya no me quiero juntar con ella porque no es mi amiga porque cuando me ve llorando se va a otro lado y me deja solita, así que yo no me voy a juntar más con ella y que se vaya a la mierda, qué tanto, y la agarré a la gorda Micaela que estaba distraída sentada en el inodoro, y yo entré y la saqué de las mechas y se le vio todo su culo gordo y se largó a llorar antes de que le pegue y eso me dio más bronca así que me senté encima de su panza y le di cachetadas y piñas en la cara hasta que sangró y entró la seño y me sacó de los pelos y me dio una cachetada y yo le grité “¡vieja de mierda, usted no es mi mamá!” y me llevaron a la dirección y me desmayé pero después llegó mi mamá y me desperté y me retó y en otro aula estaba la gorda Micaela con su mamá y ahora dicen que la gorda se va a cambiar a un colegio privado que seguro va a pagar mi papá, dice mi mamá: “tu papá de mierda que no nos va a pasar ni para el pan”- me dice todos los días mi mamá y yo lloro y me manda a la pieza, pero es verdad, mi papá es de mierda y ya no me importa que no me quiera porque yo quiero a mi mamá aunque me rete y me mienta porque ella no se fue nunca y cuando ella llore yo me voy a ir a acostar con ella y la voy a abrazar y le voy a decir que la quiero y que no importa que mi papá de mierda se haya ido, porque nosotras vamos a ir a la iglesia a orar las dos juntas y bien fuerte para que Dios esta vez sí nos escuche y le vamos a pedir que mate a mi papá de mierda, pero mejor no le digo nada porque seguro me reta y llora más todavía así que mejor voy a orar yo solita aunque ya no crea mucho en Dios ni en la iglesia porque al final hasta la hermana Esther mentía porque mi mamá tenía razón porque yo vi cuando la hermana Esther se estaba besando con el hermano Daniel detrás de la iglesia, en la parte que no hay luz y el hermano Daniel tiene esposa y dos hijos así que me dio cinco pesos para que no dijera nada y yo le dije que mejor me de diez, así que yo voy a seguir pidiéndole plata al hermano Daniel y capaz que también a la hermana Esther por mentirosa nomás, así ahorro para mi muñeca y si me sobra se lo voy a dar a mi mamá así compra el pan. Y ya tendría que estar durmiendo porque mañana tengo que ir a la escuelita y me voy a fijar si se olvidaron la ofrenda, y si puedo me la voy a robar y parece que mi mamá ya está llorando de nuevo y yo ya tengo ganas de llorar pero mejor voy a ir a su pieza, despacito y sin hacer ruido y me voy a meter en su cama así dormimos juntitas y voy a dejar esta muñeca de mierda que ya huele a podrido de tanto que se mojó y se le esta descociendo un brazo y mejor se lo arranco y le arranco los ojos y los pelos y todo porque mi abuelita se murió y ella sí está en el cielo y nosotros nos vamos a ir al infierno cuando venga el Apocalipsis y para mí que ya falta poco así que mejor me voy con mi mamá pero no voy a llorar así ella llora tranquila… o mejor lloro con ella…

(Se levanta de su cama, va en puntitas de pie hasta la pieza de su mamá y se mete en la cama. La abraza y le dice que la quiere. “Yo también, hijita”- le dice la madre mientras llora. En su cama su muñeca Clarita, mutilada, se iba al infierno)

31 de marzo- 8 de abril de 2011

viernes, 1 de abril de 2011

La Niñez (2ª parte): Caín y Abel

Otra vez me retó mi mamá por culpa del tonto de Sebastián que se hace el lindo y es más feo que no sé qué. Y ella se enojó porque él le dijo que yo le reviso la pieza y no es verdad porque yo solo buscaba a mi muñeca que me la olvidé por ahí y mi mamá es más tonta y le cree todo porque es su preferido, y yo sé que estaba enojada porque mi papá otra vez no llegaba y ella seguro que pensaba que estaba borracho, pero para mí que estaba trabajando mucho para comprarme la bebota que le pedí porque al final no me la compró nada porque había que pagar no sé qué cosa, me dijo, así que para mi cumpleaños que falta muy poco, me dijo que sin falta me la iba a comprar y ahí sí que la gorda Micaela se va a poner celosa y es más tonta porque me dijo “la bebé que juega con muñecas”, la tonta esta que se quiera hacer la grande y solo tiene grande la panza de nata y piojos, pero ella es más alta que yo, porque yo soy flaquita y un poco enana pero ya voy a crecer me dijo mi mamá, en cambio la gorda solo le puede crecer la panza si sigue comiéndose la nata, y además a mi no me importa que se burle de mi muñeca porque es de envidiosa que es nomás. Mi mamá me dijo que no le diera importancia pero la gorda todos los recreos me pelea, así que yo le dije que su mamá era más fea que no sé qué: -Tu mamá es más fea que no sé qué- así le dije, y la gorda se largó a llorar y me acusó así que llamaron a mi mamá y me volvió a retar y cuando llegamos a la escuela estaba la mamá de la gorda Micaela y se pusieron a discutir y mi mamá terminó llorando y cuando llegamos a casa me pegó con el cinto y discutió con mi papá y le decía que culpa de su otra hija, como si la gorda fuera la hija de mi papá y me dio bronca y lloré mucho más por eso que por la paliza, porque esa gorda no es mi hermana y mi mamá es una mentirosa que encima va a la iglesia y Dios la va a castigar más todavía por eso, porque ella es evangélica y si pecás vale el doble porque uno ya conoce la palabra de Dios, y por eso Dios castigó con un cáncer a la hermana Graciela por pecadora y por adúltera, dijo el pastor en la reunión, y yo no sé lo que es el adulterio pero creo que es algo de los adultos o de por ahí, le voy a preguntar a mi mamá, pero mejor no porque seguro se enoja. Para el pastor todos son pecadores, si fuera por él no se salva ninguno y él se hace el santito cuando ya casi todos saben que se roba la plata de la ofrenda, si total Dios después lo perdona todo porque es el pastor nomás. Así que, por eso yo le robé unas figuritas de Los Simpson a mi vecinito si total Dios después me va a perdonar porque, si él es el más bueno de todo el mundo me tiene que perdonar porque yo quiero ir al cielo con mi abuelita porque la extraño y a veces lloro, como ahora que tengo que llorar así, calladita nomás porque sino mi mamá me escucha y seguro me reta, en cambio cuando ella llora casi todas las noches, nadie le puede decir nada. Y llora porque mi papá a veces no viene a dormir y llega borracho pero él me dice que viene del trabajo y yo le creo, pero mi mamá nunca le cree nada y entonces, cuando va a lo de la abuela, siempre habla mal de mi papá ya a mi me da bronca, y al otro día que se peleó con la mamá de la gorda Micaela le fue a contar a mi abuela, que es más tonta que no sé qué porque le dijo algo de la sangre, que nos peleamos porque la sangre tira o algo así, y nada que ver porque ninguna de las dos nos hicimos sangrar alguna vez porque no nos pegamos, una sola vez nomás yo le tiré de los pelos, pero nada más. Y mi abuela exagera porque no hubo sangre ni nada. Así que yo voy a ir a la escuelita dominical y voy a orar para que diosito la castigue a mi mamá, a mi abuela, a la gorda Micaela y a su mamá, que las castigue pero que no se muera ninguna. Pero mejor que a mi mamá no la castigue tanto y a mi abuelita tampoco porque ya esta viejita, pobre, y además ella no va a la iglesia y capaz que se va al infierno así que mejor no porque encima fuma mucho, desde que yo nací que fuma y los cigarrillos también son pecado, dijo el pastor, así que ella es muy pecadora y por eso se va a ir al infierno con el diablo. Y mi papá igual es pecador porque toma mucho vino, por eso mi mamá y yo oramos siempre para que vuelva a la iglesia porque sino se va a ir al infierno y yo no quiero eso, porque nosotras vamos a estar en el cielo y él no nos va a poder ver, en cambio nosotras sí lo vamos a ver como se quema para siempre, y yo no quiero ver eso así que estoy orando por él y para que me compre la bebota así la gorda Micaela se muere de envidia porque yo sé que le gustan las muñecas pero no juega con ninguna porque se quiere hacer la grande y es más agrandada que mi hermano, que es más tonto que no sé qué porque el otro día me retó porque lo vi que estaba viendo una de sus revistas cochinas y me dijo “Salí de acá, pendeja de mierda” y cuando le dije a mi mamá, ella me retó y me dijo que me deje de meter en las cosas de los grandes. Así que ojalá que mi hermano sí se vaya al infierno porque en la biblia uno de los hermanos siempre se va al infierno como en Caín y Abel que uno mató al otro por celos y envidia y después seguro que se fue al infierno, y a mí a veces me dan ganas de matar a mi hermano o de pegarle una piña bien fuerte hasta que le sangre la nariz, por lo menos. Esa historia de Caín y Abel me la enseñó la hermana Esther en la escuelita, porque ella es la más buena de todos pero más conmigo, por eso la quiero mucho aunque mi mamá no la quiere porque dice que es chusma pero no es verdad porque la que es chusma es mi mamá que le contó a la hermana Rocío que la hermana Esther se estaba viendo a escondidas con el hermano Daniel, y es mentira porque el hermano Daniel ya tiene espesa y tres hijos. Así que mi mamá sigue pecando de mentirosa y chusma que es nomás, y además siempre me reta por todo y yo no hago nada, siempre estoy tranquilita jugando con mi muñeca Clarita, pero igual me retan. Y yo quiero que mi abuelita esté viva porque ella era la única que me defendía siempre y ahora no está porque se murió y mi mamá en el velorio se hacía la que lloraba porque nunca la quiso a mi abuelita y siempre le decía cosas a mi papá de que la vieja esto y la vieja lo otro, y mi abuelita ni molestaba porque siempre estaba en su cama, acostada porque ya casi no podía caminar de lo viejita que era y mi mamá la retaba igual, la retaba hasta hacerla llorar y yo lloraba con ella y me subía a su cama y la abrazaba y llorábamos juntas hasta que mi mamá me retaba y me mandaba afuera o me pegaba con el cinto, y mi abuelita me decía: “Vaya mijita, vaya, hágale caso a su madre” y yo me iba llorando. Y después, cuando llegaba mi papá, mi mamá le decía puras mentiras sobre la abuelita y mi papá iba y le decía que ella tenía que hacer caso y portarse bien, y mi abuelita solo decía que sí y después a la noche lloraba solita en su cama y para mí que también de un poco de tristeza se murió, aunque mi mamá diga que fue diosito el que la vino a buscar. Así que por esto yo mucho no la quiero a mi mamá, en cambio a mi papá sí que lo quiero porque es el más bueno del mundo y casi nunca me reta y me da besos aunque me pincha con su barba y a veces huele feo porque trabaja mucho y me dijo que me iba a comprar la bebota que al final no le voy a poner Zulemita porque mi abuela Zulema no es tan buena conmigo y no la quiero tanto, más quiero a mi abuelita Clarita que me hizo mi muñeca de trapo, así que capaz que le ponga Clarita también así tengo dos muñecas con el mismo nombre, y le voy a prestar uno a Cristi que es la más buena conmigo en la escuela y aunque ella todavía tenga piojos y a mi casi no me quedan, igual me voy a seguir juntando con ella porque su mamá también le pasa el peine de acero todas las noches, me contó ella, en cambio la gorda Micaela cada día está más piojenta y con ella sí que no me voy a juntar nunca porque es peleadora conmigo y con todos. Y ya me voy a dormir porque mi mamá seguro se levanta enojada porque mi papá todavía no llega del trabajo y seguro que mañana va a estar con cara larga y me va a retar por cualquier cosa, y además ya tengo sueño y voy a soñar con mi muñeca nueva y con Clarita también y quiero soñar que mi abuelita me mira desde el cielo y me cuida, porque mi papá me dijo que ella ahora era mi ángel guardián y por eso voy a soñar con ella porque la extraño mucho…

8 de marzo de 2011