viernes, 22 de abril de 2011

Este y Aquel

Este le dijo a Aquel que necesitaban hablar. Aquel le dijo que él también pensaba que era necesario hablar. Hacía dos semanas que no se veían. Este habló y dijo su verdad a medias. Aquel lo escuchaba y lo miraba hablar. Este se sintió observado y por eso decidió callar algunas cosas más. Aquel se dio cuenta que la boca de Este le atraía y se sintió nervioso. Este también se puso nervioso al sentirse deseado, pero más cuando se dio cuenta que la mirada de Aquel comenzaba a excitarlo. Ambos decidieron dejar la charla para otro momento y se fueron al bar de la esquina. Después de un par de cervezas y de hablar de cosas que a ninguno de los dos le interesaba realmente (la gente a veces habla de cosas que no le interesa pero necesita dar su opinión), Este invitó a Aquel a su casa. En la casa, Aquel prendió un faso que fueron fumando mientras bajaban un vino que habían comprado en el camino. Aquel se acomodó en uno de los sillones y desde ahí observó a su amigo. Comenzó a sentirse excitado de nuevo al observar cómo el jeans marcaba las piernas de Este, quien se dio cuenta que Aquel lo observaba pero se hizo el distraído. Se quedaron en silencio por un largo rato. Pegó lindo- comentó Aquel. Este asintió y sonrió. A Aquel le gustó esa sonrisa. Se miraron un rato largo, en silencio. Ambos sabían lo que debía pasar, pero temían que pasara. Afuera, un perro ladró y se le unieron tres más, solo por un momento. Después, silencio.

A cinco casas de la de Este, Ella enchufaba el secador de pelo que causaría un corte en toda la cuadra y que le atrasaría la cita que tenía con El Otro, el que estaba casado. Pero finalmente se encontrarían y pasaría lo que sabían que debía pasar. En otro barrio, La Otra hacía como que miraba televisión cuando en realidad pensaba en lo infeliz que era, en lo sola que se sentía aun teniendo hijos y un hombre que se veía con Ella, pero que no sabía que para La Otra era evidente. En otra casa, Él se masturbaba mirando porno en internet, confiado de que Ella dormía o estudiaba porque ya se habían despedido por chat y ella le dijo que esos eran sus planes para las horas siguientes. Él nunca se enteraría del corte de luz que causó Ella.

El apagón los alivió un poco, ya no tendrían que disimular las repentinas erecciones. Pero Este quiso avanzar un poco más, sólo por curiosidad. Cualquier movimiento que hacían producía ruidos que los incomodaban porque evidenciaba que esos cuerpos no podían estarse quietos, necesitaban moverse. Cuerpos tensos por el momento, la situación, el deseo prohibido que los poseía por completo y al cual querían espantar antes de que sucediera lo inevitable. Los corazones latían con desesperación, la respiración se les hacía difícil e incómoda, el silencio invadía toda la sala al punto tal que el mínimo sonido parecía aturdirlos. ¿No tenés velas?- preguntó Aquel. Este, como respuesta se le tiró encima robándole un beso brusco que hizo que sus dientes sonaran y sangraran (despacio) un poco. Se miraron un rato en la oscuridad pero no se veían los rostros. Aquel tomó de la nuca a Este y lo acercó a su boca para acariciar con su lengua la lengua de Este. Y ya no hubo vuelta atrás (¡Me duele!) La oscuridad fue testigo de aquellas manos torpes tratando de desnudar al compañero, de tocar aquello ajeno y desconocido pero familiar, testigo de cómo Este tomó a Aquel de la nuca y casi lo obligó a tragar aquello y Aquel quiso y no quiso probarlo pero lo probó y en la oscuridad no le importó disfrutarlo. La oscuridad también fue testigo de cómo Este forcejeó con Aquel hasta lograr ponerlo en cuatro patas para darle fin al asunto (¡ay!).Aquel gritó, pero después los dos gimieron y la respiración se agitó, se hizo música cuando penetró (¡despacio!) al silencio y lo invadió todo. La oscuridad vio los rostros extasiados, los rostros que ellos luego olvidarían porque la mente y la sociedad los obligaría a olvidar, a callar, a pensar que ese acto no fue el correcto, que sus mentes, sus cuerpos, actuaron de forma irracional. Porque en ese momento no fueron ellos. En ese momento fueron uno solo, porque Este se sintió Aquel así como Aquel se sintió Este. Y eso fue lo que más les aterró. Sentirse desnudos de cuerpo y alma los aterró y eso los llevó a que sus movimientos fueran más rápidos, más violentos y más placenteros… Hasta acabar extasiados, avergonzados, humillados… culpables. Aquel se sintió húmedamente invadido. Este salió de Aquel y Aquel se sintió vacío por unos segundos. Se vistieron a las apuradas. Aquel casi huyó al baño. Este prendió un cigarrillo, nervioso. Se sentó en uno de los sillones y oía a Aquel vomitar en el baño, lo que causó sus propias arcadas, las que logró controlar. Aquel salió del baño secándose las lágrimas que el vómito causó, pero en las que también se fueron lágrimas de dolor y vergüenza por lo ocurrido. Se sentó frente a Este y le pidió un cigarrillo: ¿Me convidás un cigarrillo?- le dijo. Este se lo alcanzó evitando rozar siquiera un dedo pero de los nervios se le cayó al suelo. Los dos rieron, nerviosos primero, pero después a carcajadas. Risas demenciales, llenas de vergüenza, de miedos, de preguntas, de complicidad, de espanto. Y luego el silencio. Incómodo silencio, inoportuno, se hacía presente. Aquel habló de que se tenía que levantar temprano para hacer unos papeles para no se bien que cosa pero que era muy importante y que ya se tendría que estar yendo, y que sí, anda tranquilo, nomás, hablamos otro día, y ya se fue poniendo la campera y encarando para la puerta, donde la despedida se hizo incómoda y torpe, donde quedó un abrazo no correspondido y un beso en la mejilla que fue doloroso porque ambos se golpearon los pómulos. Un beso doloroso (¡ay!) como la despedida misma. Este veía cómo Aquel se iba y se sintió aliviado pero triste. Sabía que se iba todo lo vivido juntos porque ya no se verían. No se podrían mirar a la cara. Después, ambos culparían mentalmente al alcohol y a la marihuana. Nunca hablaron de lo ocurrido con nadie. El silencio.

Más tarde, Ella volverá sonriendo a su casa, sonriendo por lo ocurrido con El Otro en el mismo telo de siempre, deseando que Él le hiciese alguna vez aquello que El Otro le hacía. Pero eso nunca ocurriría. Apenas unos minutos después, El Otro entrará a su casa tratando de no hacer ruido para no despertar a la familia. Buscará algo para comer en la heladera y después se acostará junto a La Otra, a la que besará en la frente antes de darle la espalda para dormirse casi al instante. En el mismo momento en que Ella entrará a la casa sonriendo, Él girará su cuerpo para quedar boca abajo y abrazar la almohada. Esa noche soñará que Ella le ayuda a pintar su habitación y en un descuido se mancha la remera y se la saca y comienza a sonar música y Ella le hace un stripteases íntegro para terminar tirados sobre la barra de un boliche, haciendo todas las poses que sólo en sus sueños hará. Cuando despierte le dolerían los huevos.

Este y Aquel se volvieron a ver doce años después, en un cumpleaños de la hermana de la prima de La Otra. Ninguno de los dos conocía a los demás invitados. Al principio trataron de evitarse pero terminaron hablando mientras bebían vino. Hablaron de sus mujeres, sus hijos, recordaron a viejos amigos, viejas anécdotas que festejaban a carcajadas para evitar el silencio. Y después, el champagne para el brindis, y más vino y lo que venga. Aquel invitó un fasito que salieron a fumar al patio del quincho en la que se hacía la fiesta. Siguieron hablando y riendo hasta que el silencio se hizo presente, nuevamente, para develar que ninguno de los dos había olvidado aquel momento tan lejano pero tan presente. Se miraron esperando una mínima señal de parte del otro para dar el siguiente paso o para huir. Los dos temieron. Volvieron a entrar a la fiesta. A los diez minutos, Este se despidió (huyó) de Aquel, quien se mostró aliviado al verlo irse. Nunca más se volvieron a ver. Los hechos se perdieron en el silencio y la oscuridad de sus mentes y sus cuerpos.

27 de marzo, 19 de abril de 2011

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