viernes, 29 de julio de 2011

Y algo de la locura, también.


El cuento trataba sobre un cuento que no se podía terminar de narrar porque al intentar terminarlo comenzaba a darse la repetición de hechos, la repetición de palabras. Aquel que intentaba terminar de contarlo no notaba las repetición de palabras porque olvidaba todo lo escrito a los segundo de haberlo escrito, hasta llegar a la locura. Pero la locura es una exageración que le agregaron los que saben del cuento aquel que no se logra terminar porque el que lo intenta tiende a repetir los hechos y palabras. Al parecer el cuento sobre el cuento tiene un argumento que pocos conocen pero, aseguran, no es de amor, lo cual es un alivio porque ya es suficiente con la locura  que se le atribuye al que intentaba terminar de contar el cuento sobre un cuento que no se podía terminar de narrar porque al intentar terminarlo comenzaba a darse la repetición de hechos, la repetición de palabras. Y algo de la locura, también.

28 de julio de 2011

viernes, 22 de julio de 2011

El pecado

-Perdóneme, Padre, he pecado... Hace un mes de mi última confesión... Sí, Padre, todo el tiempo, pero me averguenzo mucho... Pienso en un compañero del colegio, Padre... ¿Tengo que decirle el nombre?.... sí, Padre, perdón. Se llama Roberto... Sí, hace cinco días estuve con él... ¡No, mis padres no lo saben, gracias a Dios!... Perdón, Padre, no fue mi intención nombrarlo... Sí, primero fueron un par de besos pero después... no fue nada grave, solo nos tocamos un poco... Sí, Padre, me gustó mucho... Sí, ya sé que la carne es débil pero ¿qué puedo hacer yo?... Sí, él me dijo que me amaba y creo que yo también lo amo, por eso vengo a verlo a usted, para que me aconseje, Padre... ¡No, por favor,eso no, Padre!... Sí, sé lo que dice La Biblia, pero ¿no hay otra solución, Padre?... No, no cuestiono La Biblia pero no sé si voy a poder... Sí, lo voy a intentar, Padre... Sí, con mis padres me porto muy bien, estoy orgulloso de ellos y ellos dicen estar orgullosos de mí, por eso me asusta que se puedan enterar de esto, Padre. Tiene que ayudarme... Sí, en el colegio voy bien, tengo buenas notas... Bueno, gracias Padre, ¿cuál es mi castigo, Padre?...

Padre nuestro que estás en el cielo...

-Perdóneme, Padre, he pecado... Sí, Padre, hace una semana de mi última confesión... No pude, Padre. Traté de hacer todo lo que usted me dijo, pero no pude... Sí, perdón, Padre, me averguenzo muchoy me arrepiento... Sí, estuve de nuevo con él, Padre... Sí, con Roberto, Padre. Nos volvimos a besar y tuvimos relaciones sexuales, Padre... Perdón... Sí, me gustó mucho, me sentí muy feliz, como nunca me había sentido antes, por eso vuelvo a usted, para arrepentirme y para que me ayude, Padre... Sí, lo sé, Padre, pero ¿qué puedo hacer yo? Pienso en él todo el tiempo y hasta sueño con él... Sí, son sueños pecaminosos, pero no todos... la mayoría sí, pero no todos, Padre...¡Pero él me ama y yo lo amo!, y La Biblia nos habla de amor, ¿no, Padre?... Sí, perdón, Padre... Sí, a veces me toco pensando en él y sé que está mal, pero no lo puedo evitar, Padre... Bueno, Padre, voy a hacer todo lo posible para dejarlo... Sí, me sigo portando bien en mi casa y en el colegio... Sí, en casa y en el colegio también pienso en él, pero es porque lo amo... Bueno, perdón, no lo vuelvo a decir, Padre... No, en casa solamente, pero no siempre, solo de vez en cuando y cuando estoy solo en mi habitación o en el baño... Sí, pensando en él... Bueno, Padre, voy a tratar de dejarlo, se lo prometo... Bueno, ¿cuál es mi castigo, Padre?... Bueno, gracias Padre, prometo que esta vez sí lo voy a dejar.

Padre nuestro que estás en el cielo...

-Estamos reunidos esta tarde, en esta misa especial, para darle la despedida a Germán Turienzo, que ayer por la noche decidió dejarnos. Germán tenía sólo 17 años de edad y tenía toda una vida por delante. Era un hijo y un alumno ejemplar, era muy querido por sus amigos y compañeros, pero a veces el diablo actúa de manera misteriosa y siniestra, y puede lograr que los jóvenes lleguen a cometer actos tan atroces como lo es el suicidio. La Biblia nos habla del suicidio y de la muerte y nos dice....

2 de febrero de 2008

domingo, 17 de julio de 2011

viernes, 15 de julio de 2011

Asomándome a lo que fui


Y asomándome a lo que fui antes de ser esto que vaya a saber si soy, como dice el libro aquel que resultó ser más que un libro, asomándome, decía, descubro que la radio siempre estuvo encendida, siempre presente. Eso sí, se debía escuchar lo que escuchaban los más grandes. Y veo que mis tareas eran interrumpidas cuando tarareaba alguna de Los Broncos (“Libros tontos, cómo quieren que sus letras entren en mi mente si mi mente está cansada de tanto quererte…”)  o Los Temerarios (“nunca hubiera descubierto tu infame engaño, hoy mi pobre corazón está muriendo, me voy amándote, no puedo odiarte a pesar de tanto daño”) esos mejicanos que hacían suspirar con sus letras a toda mi familia, porque en casa no se escuchaba otra cosa que canciones románticas cantadas por grupos y solistas, en su mayoría, mejicanos. O al menos eso es lo primero con lo que me encuentro en este asomo, (después, vino la cumbia y otros personajes) Nombres como”Los Bukis”, “La mafia” “Los guardianes del amor” y canciones con títulos como “Tu infame engaño”, “Mi vida eres tú”, “Con zapatos de tacón”, “La mujer que soñé” fueron la banda sonora de mi infancia. Canciones que ya olvidé pero que siempre que las vuelvo a oír me es imposible asomarme a la infancia. Pero también se escuchaba a la erótica Alejandra Guzmán que juraba que hacer el amor con otro, no no no, no es la misma cosa, o a Juan Gabriel gritando eso de querida, dime cuando tú vas a volver ah ah, o Ana Gabriel preguntando quién como tú que día a día puedes tenerle… En pleno invierno, a veces  me tocaba acompañar a mi cuñada hasta “La casa del puerto”, a tres cuadras de casa, pasando la Prefectura y la laguna, solo para mandar saludos por la radio al hermano mayor que estaba embarcado. “La noche de los navegantes”  por la AM se encargaba de hacer de mensajero de amor entre los navegantes y sus sirenas varadas en el pueblo. Y la cuñada mandaba el saludo para el hermano mayor que estaba embarcado en algún Empesur o en el Kinchu Marú, saludos de parte de su mujer y su hija, de la madre, de los hermanos, que todos estaban bien y que lo extrañaban, y siempre pedía la misma canción: “El poeta enamorado” de Ciencias Naturales, que no eran mejicanos pero gustaban igual. Y después de eso, corrían hasta la casa para escuchar el saludo por la radio,  sino no tenía gracia, porque no era solo cuestión de llamar y mandar el saludo. Había que oírlo para quedarse tranquilo. Mis pasos cortos, casi a las corridas tratando de llevar la velocidad de mi cuñada. Y cuando por fin el saludo salía al aire todos hacían silencio y escuchaban el nombre del hermano y la casa quedaba por unos breves segundos en silencio, solo la radio se dejaba oír. Después cada uno  en lo suyo escuchaba la canción y vaya a saber lo que pasaba por la cabeza de la(s) madre(s) con el hijo en el mar, cuarenta días sin verlo, de los hermanos y hermanas, de la mujer que recurría al teléfono de una cabina para hacerle saber a ese poeta embarcado que su sirena aún lo esperaba y de alguna forma la canción, el saludo o la radio, o las tres cosas a la vez, traía al barco que anclaba en el recuerdo de cada uno.
Me asomo y me veo en la zapatería de mi padre donde también estaba la radio prendida. Lo recuerdo rodeado de zapatos rotos, de suela, leznas, pegamento y millones de clavitos de todos los tamaños en distintas latitas de crema Nivea que le regalaba mi madre cuando se les terminaban. Eran unas latitas de aluminio, de distintos tamaños: una bien chiquita, las medianas y angostas, las medianas gruesas y la más grande, todas azules con el nombre en blanco. Para clavar una suela o goma, se ponía tres clavos que sostenía con los labios mientras clavaba uno, después sacaba el segundo de los labios y así hasta terminar con el trabajo. Los zapatos quedaban como nuevos. En esa zapatería escuché las primeras canciones de Sabina y de Fito sin saber quienes eran. Años más tarde lo sabría y me asomaría una vez más a aquello que fui, a este recuerdo de olor a pegamento y suela, donde mi madre le cebaba mates a mi padre y le acercaba las torta fritas que había estado friendo horas antes, mientras mi hermana mayor me vestía para acompañar a mi madre hasta la zapatería. Eso cuando la zapatería estaba fuera, porque después, de un día para el otro, la zapatería estaba en un rincón de la casa. Y eso que era chica. Y en esos años, los fines de semana la casa despertaba con “La mañana de los treintones” y todas esas canciones viejas que tarareaba mi padre en el rincón Y por las mañanas, en el desayuno antes de ir al colegio, siempre se oía “Deseado Revista” con algún tema del recuerdo y la información sobre el pueblo.
Y me asomo y veo que en Deseado, el verano no es verano si no se oye “La vuelta del perro” desde el parador del muelle, con las canciones veraniegas que te encontrás tarareando mientras tus ojos siguen una linda cola. Con los amigos en la playa, pasando la tarde, hablando, nadando, creciendo. En esa época en que a los pibes se les ocurrió ponerse nombres de chicles y las chicas no se quedaron atrás: “Los Bazooka”, “Las Beldent”, “Las Topline”… Un dolor de muela. Sin saber cómo ni cuándo, de golpe invadieron las radios con sus saludos, y por “Lazos de amor”, uno se iba enterando quién estaba con quién, quienes iban a Jacka, quienes al Ferro, quienes al Quinto… La juventud en la noche deseadense. Y la radio que no se apagaba y por las noches también se oía “No habrá más noches solitarias” y el programa cumplía con lo que prometía desde el título. Y uno creía amar a los catorce años de edad.
Asomándome a lo que fui descubro que la radio siempre estuvo presente y no lo tenía en cuenta hasta este momento, en que una canción vieja y de esas que hablan de amor con tono mejicano me llevó a esto, a recordar algunos momentos con la radio deseadense. Ya un poco más grande me enganché con el humor y la locura de “Música Maestro”. Sin darme cuenta, la radio deseadense marcó (para bien o para mal, ¿qué importa?) esto que  vaya a saber si soy, ¿no?

7 de julio, 15 de julio de 2011

viernes, 8 de julio de 2011

Sin exagerar, eh.



Para mí que fue el mejor invierno. No quiero exagerar, pero… Para mí que lo fue. ¡Qué no lo iba a ser si la nieve nos llegaba hasta las rodillas! Y en algunas partes, allá, en el campito donde jugábamos al béisbol con los pibes, ¡al béisbol jugábamos! y eso que acá en Argentina no se da mucho ese deporte, ¿vio?, es cosa de los yanquis esos, parece, pero era divertido, eh. Yo le digo, a mí me gustaba más que el fútbol, eh. Con eso le digo todo. Y todo el barrio se juntaba a jugarlo, ahí, en ese campito que ya quedó como “La cancha del bat”, porque le decíamos bat en vez de béisbol, a lo mejor por eso no lo sentíamos yanqui, porque la nombrábamos a la que te criaste, ¿vio?, porque era nuestro juego. Cosa de pibe. La cosa es que ahí, en la cancha del bat la nieve nos llegaba hasta la cintura. Y estaba todo el barrio a fuera jugando a la guerra de nieve y esas cosas que hacen las criaturas. Ahí, como quien no quiere la cosa, nos fuimos encontrando, con el Colo, con el Ricardo, con el Checky y el Pepino. Los amigos ¿vio? Y comenzamos a hacer el tradicional muñeco de nieve que ese sí que no sé de que cultura es, pero debe ser de los yanquis también, ¿no? La cosa es que una bolita que cabía en la mano del Colo comenzó a crecer más y más, viera usted, y llegamos a tener que empujarla entre todos. Gigante. Sin exagerar, eh. Al pedo igual porque esos muñecos pierden la gracia a penas uno termina de formarle el rostro y vestirlo. Las chicas se ponían pesadas con las fotos, y bueno, todos a la foto, pero enseguida a uno le daba ganas de destruir lo construido. Por pura maldad, nomás. De dañino. O eso me pasaba a mí, por lo menos. Cosas de niños, ¿no? Nos recagábamos de frio pero igual seguíamos jugando. Y alguien, no sé bien quién, pero ha de haber sido Ricardo que se le ocurrían todas las maldades, pero si le digo le miento, porque con los años a uno se les confunden hasta los rostros, ¿vio? La cuestión es que alguien  propuso de ir a tirarnos con chapas y cartones a la bajada de La Laguna de Prefectura. ¡El  atolondramiento de la niñez!, ¿se da cuenta? Y allá fuimos todos, a buscar chapas y cartones a “Los Barcos”, un cementerio de restos de barcos y redes que estaban tirados en un patio de nadie. De esos patios que no son de nadie ¿vio?, de esos. Uh! en “Los Barcos” hay cada historia… que si le cuento me voy por las ramas y ando apurado ¿vio? Usted sabrá entender. Pero no me quiero ir sin terminarle el relato. Es feo quedarse así, sin saber como terminan las cosas, pero las cosas no terminan nunca, continúan otros rumbos, otras historias. Uno cuenta hasta cierto momento y porque necesita terminar de alguna forma que si no, se vuelve biografía y eso es otra cosa. Pero ¿ve?, ya me estoy yendo por las ramas y eso que no era mi intención. La cosa es que las chapas y cartones aparecieron por algún lado. Ya no se si la encontramos en “Los Barcos” o en el barranco que había detrás de las viviendas de la Comodoro Py. De ese barranco sacábamos cada cosa… Hasta plata se encontraba uno ahí. ¡Y juguetes! Porque cuando uno es chico valora más los juguetes que la plata ¿no?, o a mí me pasaba eso, por lo menos. Porque la realidad es que nunca me compraban juguetes, así que cuando me encontraba uno lo cuidaba como oro, como quien dice. Y dicen que una infancia sin juguetes no es infancia, pero ahí uno tenía la imaginación y se divertía con cualquier pelotudez, ¿no? Y los juegos eran de a grupos, éramos muchos, a veces todo el barrio, pero ya me estoy yendo por las ramas de nuevo. La cosa es que nos fuimos hasta la bajada de La Laguna de Prefectura, y de ahí nos largábamos. La bajada era de tierra y de tanto que le pasaron los autos quedó hecha un vidrio, y tomabas una velocidad de San Puta. Y allá salían las viejas a gritarnos, a decirnos que estábamos locos, que iban a llamar a la policía, decían, y salió la mamá de Pepino y ya lo mandó para adentro y tuvimos que abandonar el juego. Pero viera usted lo divertido que era tirarse de esa bajada tan empinada, que uno sentía la adrenalina en todo el cuerpo, la libertad en la garganta, en ese aire frío que a uno le entraba en el pecho. Sin exagerar, eh. ¡Puta si era divertido! Así que nos fuimos medios cabizbajo, ¿vio? Habíamos perdido a un compañero. Nunca me gustó eso de “perdimos un soldado” y eso que jugaba a los pistoleros y tenían algunos soldaditos de plásticos, de esos que venían con las patas pegadas de tan malo que era el molde. Todo verde, hasta las caras. ¿De ahí habrán inventado los yanquis al Jul ese que tiene todo el cuerpo verde? ¿Lo ubica? Pero enseguida uno se olvidaba que se fue el compañero porque ya había otra cosa con qué divertirse. Caminando y, como quien no quiere la cosa, llegamos al costado de La Laguna de Prefectura. La laguna y el barranco estaban divididos por una calle de tierra que nunca era transitada porque era una calle sin salida. Ahí estábamos nosotros, en esa división. Si uno miraba para arriba tenía el lado de atrás de las casas de la Comodoro Py y el barranco. Lo digo así como para que se haga una idea nomás de cómo era la situación, porque ahora viene la parte final, la última aventura así no lo aburro. Después me critican que la hago larga, pero es que uno se apasiona a veces, sobre todo en este estado, usted me entiende. La cuestión es que Ricardo que siempre andaba tirando piedras, tenía esa manía. Y resulta que tira una piedra a la laguna y la piedra choca contra algo duro. ¿Me cree si le digo que la mitad de la laguna estaba congelada? ¡Puta si había sido un gran invierno! Y nosotros, ¿¡qué íbamos a hacer!? Y ahí nomás el desafío, a ver, quién es el más macho, el más valiente y se anima a pararse sobre el hielo primero. Esas cosas que los chicos proponen sin medir las consecuencias ¿vio? Como lo que uno es, una criatura. Y nos fuimos acercando, y primero un pie mientras el  compañero lo sostenía del brazo, por si el terreno no era firme. Pero ¡qué no iba a estar firme! ¡Una roca! Sin exagerar, eh. Y ahí nos paramos todos, patinamos por largo tiempo. Todos con miedo pero tratando de que no se note, para no quedar como marica nomás. Pero que no íbamos a tener miedo si en esa laguna se murió un hombre que cayó con su camioneta, una madrugada que venía medio en pedo, parece. O eso siempre se dijo. Pero vio como son esas cosas. Puro chisme, nomás. Pero a uno, cuando es chico esas cosas lo asustan un poco. En esa laguna también se decía que había pirañas y por eso no se encontró el cuerpo del hombre, porque se lo comieron las pirañas, aunque todos los años volvían los patos y cisnes también sabían haber. De cuello negro los más, aunque algunos blancos completos también supe ver. Lindos bichos, ¿no le parece? La cosa que ahí estábamos, parados sobre ese “ojo de mar” como le decían algunos, sobre la laguna del agua podrida y contaminada, como nos decían nuestros padres, y uno no cuestionaba casi. Caminando sobre el agua, como Jesús aunque esta agua era congelada, ¿no? Pero medio que uno se sentía Jesús en ese momento. No se si me explico. Y ahora el desafío era cruzarla de punta a punta, a lo ancho, ¿no? Porque la laguna era más bien  larga, si después ahí los de Prefectura practicaban remo y todo. La cosa es que decidimos cruzar, arrastrando los pies despacito, con el oído atento por si se escuchaban rajaduras en el hielo. Porque no se olvide que solo la mitad estaba congelada, el resto era agua común y corriente, pero podrida. Y no íbamos por la mitad de la laguna cuando escuchamos los gritos de las viejas, de allá, de arriba del barranco, gritándonos de todo, que llamaron a la policía, que iban a hablar con nuestros padres, que estábamos locos, que las queremos matar de un susto, y todas esas cosas que dicen las viejas, ¿no? La inconsciencia de los chicos. Los gritos nos pusieron nerviosos, parece, porque uno se volvió casi llorando. No voy a decirle quién, ¿para qué? Pero de repente, el que iba a delante avisa que el hielo se estaba rajando. Imagine el cagazo que nos agarramos. Del mismo cagazo uno salió corriendo hasta lograr cruzar al otro lado donde ya estaba el Colo, y yo me quedé ahí, parado. Tenía miedo, ¿para que le voy a andar con vuelta a usted? Miedo de moverme y caer, si hasta sentía los dientes de las pirañas bajo mis pies, si hasta pensaba que el mismo muerto era el que trataba de romper el hielo, ¡vea la ocurrencia! Y a la mierda eso de creerse Jesús. Y las viejas que seguían gritando y yo ya que veía las sirenas de la policía y la ambulancia, y a mi madre y mis hermanos… Si hasta me amanecía ahí, en mi imaginación de niño, ¿me entiende? Pero al final salí, arrastrando los pies, con cuidado, con precaución, pero salí. Los demás se reían porque había sido una mentira eso de que el hielo se estaba rajando. ¿Se da cuenta? ¡Una mentira! Y un poco me molestó, ¿para que lo voy a negar? Ya de chico era medio calentón. Pero si, fue el mejor invierno en Deseado. Sin exagerar, eh.
4 de mayo- 8 de julio de 2011

viernes, 1 de julio de 2011


                                                                        R
                                                                     A
                                                                   I
                                                                Z 

                                                             DE 

                                                          TODO

                                                   LO QUE QUIERO

                                                Y ESPERO, ESPERO 

                                        PERO NO LLEGA… NO LLEGA

                                   Y DE TANTO ESPERAR, DESESPERA   
               
                                        Y ES PERA… ¡PERA!... PENSÉ

                                           QUE ERA UNA ESTUPIDEZ 

                                                       Y LO ERA.

30 de junio de 2011