Gabriel estaba solo
en su casa. Era la primera vez que se quedaba solo en su hogar. Hasta hace un días atrás, Gabriel hubiese optado por acompañar a los padres a cualquier
lado antes que quedarse solo, en esa casa grande y llena de
ruidos. Las cosas habían cambiado de un día para otro, porque el día anterior
se dio el cambio aunque Gabriel no sabía bien qué es lo que lo hacía diferente.
Fue a partir del beso con Camila que se sintió otro. El beso llegó después de
una larga charla sobre el colegio, los compañeros y las materias. Fue Camila
quien lo besó. Un beso tímido, de labios cerrados. Gabriel vio que ella cerraba
los ojos cuando sus labios se rozaron, pero él no se animó a cerrarlos. Quería
observarlo todo. Después quedaron envueltos en un silencio incómodo,
acorralados en un no saber que hacer a continuación. Porque nadie les enseñó a
besar.“No sé besar” – dijo Gabriel- “Sos la primera que me besa”- y sonrió
sin mirarla. Camila preguntó si le había gustado. Si quería que lo volviera a
hacer. Y lo volvieron a hacer. Gabriel cerraba los ojos y los abría solo para
ver si ella también los tenía cerrados, para asegurarse que aquello era real,
que no era una broma ni un sueño. Y los labios de apoco comenzaban a
reconocerse, y las lenguas bailaron tímidamente una danza húmeda para terminar
en lo que parecía una lucha. Los dientes chocaron como las olas cuando chocan
con las rocas, produciendo un pequeño ruido que ninguno oyó. Y sus cuerpos
comenzaron a responder, a crecer, a transpirar… Gabriel no pudo dominar la mano
que se posó sobre el seno que maduraba bajo el suéter verde de aquella pequeña
mujer. Primero posó la palma, con cuidado, con miedo de asustarla, de asustarse,
pero enseguida los dedos rodearon aquella pequeña protuberancia y la palma notó
el contorno de un sostén que impidió que Gabriel sintiera la erección de los
senos de Camila. Se detuvieron de golpe, agitados y hasta un poco avergonzados
de lo ocurrido.“¿Qué hora es?”, preguntó
Camila, solo por decir algo mientras acomodaba su ropa, sus pensamientos, sus
miedos, sus sensaciones y su excitación.
No importa la hora cuando se sabe que de todas formas la compañía se va, se
retira, se aleja para volver a quedar solo. Se despidieron sin hablar de lo
ocurrido. Esa noche Camila se masturbó por primera vez. Recostada en su cama,
rodeada de animales de felpa, de muñecas de miradas fijas, de diario íntimos
con candados rotos que revelan los secretos de una niña que quería ser mujer,
Camila tomó su pecho como la había hecho Gabriel unas horas atrás y lo apretó y
acarició. Con la otra mano descubrió su sexo húmedo, rodeado de los primeros
vellos, y los dedos tocaron, hurgaron ahí dentro hasta encontrar la zona que la
llevó a que el cuerpo se contorneara como nunca lo había hecho, a sentir el
placer, el único, el irrepetible primer
orgasmo. En mitad de la noche, un oso de felpa cayó de su lugar mientras Camila
dormía con el rostro y el cuerpo relajado. Aunque ese cuerpo ya no era el mismo
y Camila lo sabría apenas despertara. Y se lo haría saber a Gabriel. Aquella
noche, después del beso, Gabriel llegó a su casa, excitado, confundido y
aturdido. Se encerró en su pieza y tirado en la cama pensó en Camila, en lo que
había hecho con ella. En lo que ella le hizo. En lo que se dejó hacer. En lo
que él le quería hacer. Gabriel cerró los ojos y metió una mano dentro del
pantalón, acarició su pene erecto y el orgasmo llegó a los segundos de haber
comenzado. Sintió el cuerpo aliviado pero debilitado, feliz pero confundido. Se
dirigió al baño y se metió bajo la ducha con el calzoncillo puesto, pegoteado
contra su pene bañado en semen. Y se limpió, se enjabonó y le costó retirar el
pegote de los vellos. Y pensó en Camila una vez más hasta llegar al orgasmo. Y
otra vez más.
Aquella noche, Gabriel
estaba solo en su casa, hasta que llegó Camila. Pero ya no era la misma Camila
que él había conocido, porque él no era el Gabriel del día anterior. De un día
para el otro el mundo giró en su eje y Gabriel y Camila se conocieron por
primera vez. De un día para el otro, Gabriel y Camila cogieron por primera vez.