viernes, 28 de enero de 2011

Cuestión de tamaño

Cuando los padres dormían la siesta, a eso de las dos de la tarde, Cristian y su primo Sergio cada tanto tenían la misma discusión. Se encerraban en la pieza que compartían ya que los dos matrimonios dormían juntos, y hablaban bajito del tema porque no debían hacer ruido.

-Mirá, la mía es más grande- empezaba diciendo Cristian.

-Pero no por mucho- se consolaba Sergio

-Para mí sí, mirá es mucho más grande que la tuya. Y más gruesa.

-Es más grande porque la mía está doblada.

-Nada que ver. Es más grande porque es más grande y punto.

-Qué me importa... A mí me gusta la mía.

-Trae el centímetro de tu mamá así las medimos.

-¿Para qué? Dejá de joder.

-Así sabemos cuánto mide cada una.

-No. Dejá de hinchar. Te dije que no me interesa.

-Ah, porque sabés que la mía es más grande.

-¿Y eso qué tiene que ver? La mía igual sirve.

-Sí, pero no como la mía. Seguro es más rica, también.


Sergio levantaba los hombros enojado, fastidiado porque su primo siempre ganaba. Pero él no tenía la culpa. Las cosas se daban así.

-Dale, trae el centímetro- insistía Cristian.

-No, mi mamá se va a despertar y nos va a retar.

-Bueno está bien... ¿Querés probarla?

-No.

-¿No querés probarla? ¿Ni un poquito?

-No. Además en la punta parece podrida.

-Es así. Cuando es grande se pone así.

Se quedan en silencio un rato. Sergio siente bronca e impotencia. Suspira y vuelve a hablar., pero ahora su voz tiene tono de ofendido:

-Vos me ganas porque sos más grande que yo.

-Por dos años nomás. Y además, ¿eso qué tiene que ver?

-No sé... Pero seguro que es por eso- dice Sergio, y pareciera que va a largar el llanto.

-Hey, no te pongas así. Si sabés que no tiene importancia. Yo lo hago para joderte nomás.

-Sí, ya sé. Pero siempre lo mismo con vos.

-Dale, no te enojés... ¿Querés probar la mía?

-Bueno, dale. Pero la punta no- dice Sergio, ya más animado.

-Bueno, está bien- contesta Cristian, y los dos sonríen primero y ríen, después.

Cristian sabía que siempre iba a ganarle a su primo porque él siempre se acordaba primero en escoger la fruta. Y cuando Sergio elegía una banana más grande que la de él, entonces Cristian elegía otro fruta... Una manzana o una naranja, tal vez...


27 de enero de 2011

viernes, 21 de enero de 2011

La culpa es suya (policía y ladrón)

Melón melón tu serás un buen la-drón

Sandía sandía tu serás un buen po-li-cí-a

Melón melón…

Cuando terminamos de repartirnos entre ladrón y policías, éramos cinco policías contra cuatro ladrones. Odiaba ese juego porque siempre terminaba siendo policía y yo quería ser ladrón. Los policías éramos: Gabriela, Paola, Fabián, Raúl y yo. Del otro bando estaban: Daniel, Natalia, Romina y Ricardo, el maldito Ricardo. Culpa suya se arruinó todo.

El juego, al principio era divertido: todos corriendo, saltando y riéndonos. Pero después uno terminaba cansado porque era un juego de nunca acabar, por culpa del odioso Ricardo. Siempre era el último ladrón que quedaba y siempre siempre terminaba liberando a los que ya teníamos atrapados… Y ahí yo comenzaba a fastidiarme.

¿Yo qué sabía que Ricardo iba a terminar en el hospital? No fue mi culpa, como todos dicen. Yo sólo cumplía con mi deber de policía. Y qué me importa a mí que a partir de entonces nadie se quisiera juntar más conmigo.

Ricardo era el más rápido de todos y por eso me daba bronca este juego, porque si era policía los atrapaba a todos muy rápido, y si era ladrón nunca se lo podía atrapar y, después de una hora corriendo, se tenía que suspender el juego y jugar a algo distinto.

Otra cosa que me molestaba de Ricardo era que se burlaba de uno cuando lo estaban por alcanzar. Él a veces corría más despacio para que uno creyera que lo iba a atrapar, y después se le reía en la cara, haciéndole burla y disparaba con todo… si hasta casi ni se les veían las patas… Y odiaba esa risa: una mezcla de gritito casi afeminado y locura a la vez.

Además es un exagerado, si apenas lo rocé. Y siempre se hacía el lindo porque tenía la mejor bicicleta y se la prestaba a todos menos a mí, y eso que yo nunca le había hecho nada. Así que me alegro que haya terminado en el hospital y que le hicieran cinco puntos en la cabeza, y que haya sangrado y todo lo demás. Encima lloraba como una nenita, él, que siempre se hacía el macho porque todas andaban detrás suyo… y todas las chicas lo vieron llorando. A mí me daría vergüenza.

Todos decían que yo le tenía envidia a Ricardo. ¿¡Envidia de qué!? Sí, el siempre tuvo mejores zapatillas que yo, a él le compraron primero el Family Game y para cuando yo lo tuve, él ya tenía un Sega. También completaba los álbumes de figuritas primero que yo, jugaba mejor al fútbol y a las bolitas y le iba mejor en la escuela que a mí, pero por eso no le voy a tener envidia.

A mí me daba bronca porque nunca le hice nada y él siempre me dejaba de lado. Bueno, una vez le metí una patada fuerte jugando al fútbol, pero fue sin querer, y cuando le tiré un piedrazo yo no le quería pegar, él justo se movió para el lado que iba la piedra. Y si le pegué en su cumpleaños fue porque no me invitó. Había invitados a todos los chicos del barrio menos a mí, así que esperé que saliera de su casa y le pegué una piña en la cara, pero eso se lo tenía merecido.

Mi mamá me dijo que no le hiciera caso, que era un chico malcriado y que los padres hacían mal en darle todos los caprichitos y que cuando sea grande Ricardo se iba a dar cuenta que sus padres lo criaron mal. Y mi papá me dijo que estaba bien que le pegara así se hacía hombre porque sino iba a salir hecho un mariquita. Y es verdad porque cada vez que le pegaba, Ricardo lloraba como un mariquita.

Bueno, y capaz que sí le tenía un poquito de bronca a Ricardo, porque Natalia, que era mi novia, siempre hablaba de él: que “Ricardo tiene las mejores notas”, que “Ricardo parece que va a ser abanderado”, que “Ricardo me contó un chiste muy gracioso”… Y todo porque iban al mismo grado y yo no porque repetí de nuevo.

Un día me enojé con Natalia y le dije que se ponga de novia con Ricardo si tanto hablaba de él. Pero ella sabía que no podía porque él salía con Gabriela, la chica más linda de la escuela, que era la que a mí me gustaba pero él se quedó con ella y a mí no me quedó otra que ser el novio de Natalia. Igual, ella después de ese día no quiso ser más mi novia. Por lo que me importa, si ni siquiera quería darme un beso. Era más tonta esa también.

Pero fue culpa de Ricardo que todo se terminara, y para mí que un poco exageró porque, sí, tuvo que ir al hospital y le hicieron cinco puntos en la cabeza, pero tampoco era para tanto. Las chicas todas se largaron a llorar, y los chicos no hicieron nada, se quedaron mudos como estatuas… Son todos más boludos.

Todo porque estábamos jugando, y yo agarré un palo y se lo tiré. Me acuerdo que él se había reído porque yo estaba cerca y me dio mucha bronca (bicicleta, Family, Sega, figuritas, bolitas, Gabriela, todo… ¡¡pendejo maricón, te voy a cagar a palos…!!) y vi un palo de escoba que estaba tirado ahí, en el parque, y lo agarré y se lo tiré. Él iba de espaldas y cuando se dio vuelta para mirar si lo seguía, el palo le pegó en la frente y yo corrí hasta donde él estaba, y lo patee un poco, y le pegué dos o tres peñas en la cara, que tampoco es para tanto. Y él lloraba como una nena (¡¡pendejo de mierda, te odio, te voy a cagar a piñas…!!) Y ahí vi que las chicas gritaban, y vi que me había manchado las manos con sangre. Me dio un poquito de miedo y asco, pero no tanto.

-¿Qué? Si los policías les pegan a los ladrones- dije.

Y vi que Fabián salió corriendo a avisarle a la mamá de Ricardo, y ahí me fui corriendo a mi casa. Desde ahí escuché la sirena de la ambulancia y también de la policía. La mamá de Ricardo hizo la denuncia. En mi casa me retaron y me pegaron.Yo les decía que no había hecho nada, porque es la verdad, si estábamos jugando nomás. Mi mamá se enojó, pero a la noche mi papá se rió conmigo y me dijo: “que se cague el pendejo ese”.

Para mí que exageró y además él tuvo la culpa porque siempre se corría para el lado que iban las cosas que yo tiraba. Seguro lo hacía a propósito para hacerse la víctima después.

Ahora nadie me habla ni me saludan. Están jugando al ladrón y al policía en el parque. Que me importa a mí… Pero cuando lo agarre a Ricardo de nuevo lo voy a cagar a piñas en serio, y ahí si que va a llorar con razón. Ya va a ver ese mariquita.

17 y 20 de enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

No voy a llorar…

… y además de qué sirve? Si es lo mismo conmigo o sin mi, me tiembla la mano, no voy a poder, sí voy a poder como dice la canción ¿de quién era? No me acuerdo, no me importa, ese cuadro me lo regaló él un día que llovía, llegó todo empapado, igual que el día que fui a su casa y la mamá hizo arroz con leche, caí sin avisarle pero no se enojó, aunque al principio lo noté incómodo porque nunca había ido a su casa, me mostró su pieza y tenía una foto de los dos juntos, llevaba la misma campera que tenía puesta cuando me llevó el cuadrito ese y ¿fue ese mismo día que le presté el disco de Queen? ¿quién le va a dar de comer a mi perro? Pero me tengo que apurar, esta vez sí, es en serio, lo presiento, lo sé, como sabía que le gustaban las mentitas que comíamos en la escuela, a la mañana para evitar el mal aliento, pero igual se mezclaba con el humo de los cigarrillos fumados a escondidas en los baños y todas las mañanas nos escribíamos papelitos porque las clases eran muy aburridas, y criticábamos a todos los compañeros y un día lo pasé a buscar con el auto y le regalé el disco de Alanis Morissette y lo sorprendí, porque a vos te quiero más que a nadie, le dije, pero no te enamores de mí, pero no puedo seguir así y perdón, pero si siempre sonreí fue porque temía mostrarme tal cual soy, y todas las tardes tomábamos mates y hablábamos de cosas sin sentidos, porque éramos adolescentes, pero una vez estuve a punto de contárselo todo pero no pude, porque era a quien más quería y tuve miedo de lo que llegara a pensar, miedo como cuando mamá me pegaba y no me dolían los golpes, me dolía su odio, y yo decidí cuando fue la última vez que me pegara, no le dije nada pero con mi mirada ella supo que esa era la última vez que me pegaba y yo no podía odiarla y te odio, vieja de mierda, te odio tanto como te necesito, como te necesité toda mi vida, pero fui más mujer que vos y eso te molestaba, te dolía y no voy a llorar, no quiero llorar y ya es tarde, ya lo decidí si total la vida sigue, y es verdad, las vidas siguen sin inmutarse por nada, es como un viaje, algún día volverá, mientras tanto se sigue, apresurado hacia un mismo fin, pero seguimos como si nada, y miles de libros hablando de amor, y miles de canciones hablando de amor, de amistad y ¿existe eso realmente? Si, él me amaba, él era mi amigo, pero él también ocultaba algo, yo lo sabía pero esperaba que él decidiera contármelo, y leyó el libro que le presté pero no entendió qué le quise decir, pero le gustó, y yo dando señales todo el tiempo, señales que nadie descifra, señales que nadie tiene por qué descifrar y no voy a llorar, no voy a llorar porque todo los demás ya no importa, la vergüenza, la humillación, el abuso, no voy a llorar, no voy a llorar, y esta mano de mierda que no deja de temblar, pesa bastante y no te enamoraste de mi, me hiciste caso y perdón, pero todo queda acá, aunque no se ni me importa, pero no voy a llorar, no voy a llor…

La bala entró y salió arrastrando todos estos pensamientos que quedaron chorreando en la pared, en un cuadro rojo. Los forenses sólo recogieron la bala. Estos pensamientos también murieron al ser lavados con un trapo. Nadie nunca supo el por qué del suicidio.

14 de enero de 2011

viernes, 7 de enero de 2011

La araña y él

A fuera el viento amenazaba con tirar la puerta abajo… La casa en ruinas: libros leídos y releídos. Libros sin leer. Mil canciones en la memoria, sin saber por qué. Películas vistas con diálogos aprendidos de tanto ver. Las sillas desordenadas, el piso sin barrer. El gato maullando en la ventana, pidiendo de comer. La planta moribunda, sobreviviendo en una taza, encima de la PC. Los muebles con polvillo: señal de abandono. La casa toda, invadida de olor a podrido, porque algo estaba podrido allí dentro. El televisor apagado, la radio apagada. Silencio. Diarios viejos, comprados y guardados sin leer. La heladera vacía como el estomago. Comida podrida ¿como quién? La ropa sucia acumulada en un rincón. La cama vacía: de sexo, de cuerpos, de orgasmos, de sueños… En un rincón, una araña tejía su red y en el suelo, desnudo, con los ojos secos de tanto llorar, se encontraba él. Ambos ignoraban la presencia del otro. Los dos solos, sin saber qué hacer: si seguir viviendo y tejiendo, o dejarlo para después. ¿Para después, cuándo? Agua, tierra, aire y fuego. Vida y muerte. Llantos y porqués. La casa era gigante para la pobre araña. La casa era gigante para el pobre ser. Mañana uno de los dos moriría. Ahora a uno de los dos la soledad lo invadía.
A fuera, la muerte amenazaba con tirar la puerta abajo… Solo uno vería el amanecer.




7 de Enero de 2011