viernes, 21 de enero de 2011

La culpa es suya (policía y ladrón)

Melón melón tu serás un buen la-drón

Sandía sandía tu serás un buen po-li-cí-a

Melón melón…

Cuando terminamos de repartirnos entre ladrón y policías, éramos cinco policías contra cuatro ladrones. Odiaba ese juego porque siempre terminaba siendo policía y yo quería ser ladrón. Los policías éramos: Gabriela, Paola, Fabián, Raúl y yo. Del otro bando estaban: Daniel, Natalia, Romina y Ricardo, el maldito Ricardo. Culpa suya se arruinó todo.

El juego, al principio era divertido: todos corriendo, saltando y riéndonos. Pero después uno terminaba cansado porque era un juego de nunca acabar, por culpa del odioso Ricardo. Siempre era el último ladrón que quedaba y siempre siempre terminaba liberando a los que ya teníamos atrapados… Y ahí yo comenzaba a fastidiarme.

¿Yo qué sabía que Ricardo iba a terminar en el hospital? No fue mi culpa, como todos dicen. Yo sólo cumplía con mi deber de policía. Y qué me importa a mí que a partir de entonces nadie se quisiera juntar más conmigo.

Ricardo era el más rápido de todos y por eso me daba bronca este juego, porque si era policía los atrapaba a todos muy rápido, y si era ladrón nunca se lo podía atrapar y, después de una hora corriendo, se tenía que suspender el juego y jugar a algo distinto.

Otra cosa que me molestaba de Ricardo era que se burlaba de uno cuando lo estaban por alcanzar. Él a veces corría más despacio para que uno creyera que lo iba a atrapar, y después se le reía en la cara, haciéndole burla y disparaba con todo… si hasta casi ni se les veían las patas… Y odiaba esa risa: una mezcla de gritito casi afeminado y locura a la vez.

Además es un exagerado, si apenas lo rocé. Y siempre se hacía el lindo porque tenía la mejor bicicleta y se la prestaba a todos menos a mí, y eso que yo nunca le había hecho nada. Así que me alegro que haya terminado en el hospital y que le hicieran cinco puntos en la cabeza, y que haya sangrado y todo lo demás. Encima lloraba como una nenita, él, que siempre se hacía el macho porque todas andaban detrás suyo… y todas las chicas lo vieron llorando. A mí me daría vergüenza.

Todos decían que yo le tenía envidia a Ricardo. ¿¡Envidia de qué!? Sí, el siempre tuvo mejores zapatillas que yo, a él le compraron primero el Family Game y para cuando yo lo tuve, él ya tenía un Sega. También completaba los álbumes de figuritas primero que yo, jugaba mejor al fútbol y a las bolitas y le iba mejor en la escuela que a mí, pero por eso no le voy a tener envidia.

A mí me daba bronca porque nunca le hice nada y él siempre me dejaba de lado. Bueno, una vez le metí una patada fuerte jugando al fútbol, pero fue sin querer, y cuando le tiré un piedrazo yo no le quería pegar, él justo se movió para el lado que iba la piedra. Y si le pegué en su cumpleaños fue porque no me invitó. Había invitados a todos los chicos del barrio menos a mí, así que esperé que saliera de su casa y le pegué una piña en la cara, pero eso se lo tenía merecido.

Mi mamá me dijo que no le hiciera caso, que era un chico malcriado y que los padres hacían mal en darle todos los caprichitos y que cuando sea grande Ricardo se iba a dar cuenta que sus padres lo criaron mal. Y mi papá me dijo que estaba bien que le pegara así se hacía hombre porque sino iba a salir hecho un mariquita. Y es verdad porque cada vez que le pegaba, Ricardo lloraba como un mariquita.

Bueno, y capaz que sí le tenía un poquito de bronca a Ricardo, porque Natalia, que era mi novia, siempre hablaba de él: que “Ricardo tiene las mejores notas”, que “Ricardo parece que va a ser abanderado”, que “Ricardo me contó un chiste muy gracioso”… Y todo porque iban al mismo grado y yo no porque repetí de nuevo.

Un día me enojé con Natalia y le dije que se ponga de novia con Ricardo si tanto hablaba de él. Pero ella sabía que no podía porque él salía con Gabriela, la chica más linda de la escuela, que era la que a mí me gustaba pero él se quedó con ella y a mí no me quedó otra que ser el novio de Natalia. Igual, ella después de ese día no quiso ser más mi novia. Por lo que me importa, si ni siquiera quería darme un beso. Era más tonta esa también.

Pero fue culpa de Ricardo que todo se terminara, y para mí que un poco exageró porque, sí, tuvo que ir al hospital y le hicieron cinco puntos en la cabeza, pero tampoco era para tanto. Las chicas todas se largaron a llorar, y los chicos no hicieron nada, se quedaron mudos como estatuas… Son todos más boludos.

Todo porque estábamos jugando, y yo agarré un palo y se lo tiré. Me acuerdo que él se había reído porque yo estaba cerca y me dio mucha bronca (bicicleta, Family, Sega, figuritas, bolitas, Gabriela, todo… ¡¡pendejo maricón, te voy a cagar a palos…!!) y vi un palo de escoba que estaba tirado ahí, en el parque, y lo agarré y se lo tiré. Él iba de espaldas y cuando se dio vuelta para mirar si lo seguía, el palo le pegó en la frente y yo corrí hasta donde él estaba, y lo patee un poco, y le pegué dos o tres peñas en la cara, que tampoco es para tanto. Y él lloraba como una nena (¡¡pendejo de mierda, te odio, te voy a cagar a piñas…!!) Y ahí vi que las chicas gritaban, y vi que me había manchado las manos con sangre. Me dio un poquito de miedo y asco, pero no tanto.

-¿Qué? Si los policías les pegan a los ladrones- dije.

Y vi que Fabián salió corriendo a avisarle a la mamá de Ricardo, y ahí me fui corriendo a mi casa. Desde ahí escuché la sirena de la ambulancia y también de la policía. La mamá de Ricardo hizo la denuncia. En mi casa me retaron y me pegaron.Yo les decía que no había hecho nada, porque es la verdad, si estábamos jugando nomás. Mi mamá se enojó, pero a la noche mi papá se rió conmigo y me dijo: “que se cague el pendejo ese”.

Para mí que exageró y además él tuvo la culpa porque siempre se corría para el lado que iban las cosas que yo tiraba. Seguro lo hacía a propósito para hacerse la víctima después.

Ahora nadie me habla ni me saludan. Están jugando al ladrón y al policía en el parque. Que me importa a mí… Pero cuando lo agarre a Ricardo de nuevo lo voy a cagar a piñas en serio, y ahí si que va a llorar con razón. Ya va a ver ese mariquita.

17 y 20 de enero de 2011

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