viernes, 9 de diciembre de 2011

Los domingos silenciosos


El domingo me encontró silencioso. No encendí ni el televisor ni la computadora. La casa era un desastre de colillas y tucas regadas por todas partes: en la mesa, en el escritorio, sobre el lavarropas, en el baño… Cenizas en los muebles. Cenizas de cigarrillos y fasos, pero también cenizas que el viento arrastró y se coló por toda la casa. No tanto como aquella vez que me desperté y escribí mi nombre sobre la mesa de madera que estaba junto al ventanal. Aquella vez oscureció a las tres de la tarde. Pero ¿cuánto había pasado desde aquella vez? ¿Más de veinte años? ¿Qué hice durante esos veinte años? ¿Qué hicimos? ¿Qué nos pasó? “Nada de eso importa”, me digo. Ahora no importa, pero sin embargo lo recuerdo todo. Y ese es el problema. Me cuesta tanto dejar el pasado en el pasado. A lo mejor son las tripas que no dejan de sonar en mi cabeza. Las tripas suenan, como cuando era pibe, como cuando nos íbamos a dormir con el estómago vacío. Una taza de té y a la cama. No había pan. No había nada con qué acompañarlo. Y en la cama, acostados, oías las tripas de tus hermanos, y las propias. Y nos reíamos en la oscuridad. Nos reíamos de la pobreza y el hambre. Porque cuesta conciliar el sueño cuando las tripas rugen. Pero el sueño termina venciendo y por las mañana es peor el dolor de panza. Las tripas siempre vuelven a rugir. Y vienen y llegan y se instalan en mi cabeza y comienzan a girar : las tripas, el té, las paredes humedecidas, el colchón podrido, las frazadas sucias, las risas, la oscuridad, el sueño, las tripas y el llanto, el lamento pelotudo, las heridas del alma, el recuerdo y la puta que lo parió. Y qué país de mierda donde a los pibes les ruge la panza y las tienen que callar con risas en la oscuridad. Ahí donde no se ve si uno también está llorando. De hambre. De impotencia. De niñez. Y mejor prender el televisor y poner música en la computadora a todo volumen para acallar la cabeza. Para espantar el domingo de una vez por todas. Porque los domingos silenciosos rugen las tripas en mi cabeza.


28 de noviembre – 9 de diciembre de 2011

2 comentarios:

  1. bueno.....te digo que lloré, y no es novedad para vos no????...los domingos a mi también me rugen las tripas...de soledad, de recuerdos, de sueños perdidos, de la risa de ellas y el silencio de él.....
    y también me rugen de felicidad,porque estoy viva y me siento amada....
    muy bueno este cuentito....sos mi chico preferido.....escribís con sentimiento y profundidad del que sufrió y aprendió...
    te quiero.....yo......Lía.....

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  2. Gracias, Lía por todo lo que decís. Yo igual te quiero y me alegra que te haya gustado lo que escribí. Un beso enorme.

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