El domingo me
encontró silencioso. No encendí ni el televisor ni la computadora. La casa era
un desastre de colillas y tucas regadas por todas partes: en la mesa, en el
escritorio, sobre el lavarropas, en el baño… Cenizas en los muebles. Cenizas de
cigarrillos y fasos, pero también cenizas que el viento arrastró y se coló por
toda la casa. No tanto como aquella vez que me desperté y escribí mi nombre
sobre la mesa de madera que estaba junto al ventanal. Aquella vez oscureció a
las tres de la tarde. Pero ¿cuánto había pasado desde aquella vez? ¿Más de veinte
años? ¿Qué hice durante esos veinte años? ¿Qué hicimos? ¿Qué nos pasó? “Nada de
eso importa”, me digo. Ahora no importa, pero sin embargo lo recuerdo todo. Y
ese es el problema. Me cuesta tanto dejar el pasado en el pasado. A lo mejor
son las tripas que no dejan de sonar en mi cabeza. Las tripas suenan, como
cuando era pibe, como cuando nos íbamos a dormir con el estómago vacío. Una
taza de té y a la cama. No había pan. No había nada con qué acompañarlo. Y en
la cama, acostados, oías las tripas de tus hermanos, y las propias. Y nos
reíamos en la oscuridad. Nos reíamos de la pobreza y el hambre. Porque cuesta
conciliar el sueño cuando las tripas rugen. Pero el sueño termina venciendo y
por las mañana es peor el dolor de panza. Las tripas siempre vuelven a rugir. Y
vienen y llegan y se instalan en mi cabeza y comienzan a girar : las tripas, el
té, las paredes humedecidas, el colchón podrido, las frazadas sucias, las
risas, la oscuridad, el sueño, las tripas y el llanto, el lamento pelotudo, las
heridas del alma, el recuerdo y la puta que lo parió. Y qué país de mierda
donde a los pibes les ruge la panza y las tienen que callar con risas en la
oscuridad. Ahí donde no se ve si uno también está llorando. De hambre. De
impotencia. De niñez. Y mejor prender el televisor y poner música en la
computadora a todo volumen para acallar la cabeza. Para espantar el domingo de
una vez por todas. Porque los domingos silenciosos rugen las tripas en mi
cabeza.
28 de noviembre – 9 de diciembre de 2011
bueno.....te digo que lloré, y no es novedad para vos no????...los domingos a mi también me rugen las tripas...de soledad, de recuerdos, de sueños perdidos, de la risa de ellas y el silencio de él.....
ResponderEliminary también me rugen de felicidad,porque estoy viva y me siento amada....
muy bueno este cuentito....sos mi chico preferido.....escribís con sentimiento y profundidad del que sufrió y aprendió...
te quiero.....yo......Lía.....
Gracias, Lía por todo lo que decís. Yo igual te quiero y me alegra que te haya gustado lo que escribí. Un beso enorme.
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