domingo, 10 de octubre de 2010

La novia… (Cosquillosa)

  -Mirá, ponete en mi lugar. Pero ponete en mi lugar en serio eh? No quiero que me digas: “Sí, te entiendo”, sólo para quedar bien. Vos escuchame y después me decís, ¿sí?
  A los trece años, mamá me llamó así por primera vez. En realidad me lo gritó. Lo recuerdo como si fuera ayer. Yo ya sabía lo que significaba porque siempre fui  inteligente, pero nunca me había detenido a pensar en eso. Era como que en el fondo, para mí, era una palabra obvia.
  Y obvio que me dolió. Yo era chica en ese entonces, si hasta jugaba a las muñecas con Cecilia. Las peinábamos y todo. Me dolió mucho y lloré, incluso, pero no delante de ella, porque así como soy de inteligente soy de orgullosa.
  Cuando me lo dijo, la miré sorprendida y desafiante. Igual, eran sus cosas: una minifalda negra con brillitos, divina, unos zapatos haciendo juego con la minifalda, con unos tacos altos, impresionantes, sus pulseras, sus aros a presión, su pintalabios rojo y su cartera chiquita. Todo era de ella. Igual la entiendo. Soy una persona justa y yo también, a lo mejor me enojaría si me usaran mis cosas.
  Y aclaro que eran sus cosas porque, como ya te dije, yo siempre fui  inteligente, ¿viste?, y entonces si yo, por usar sus cosas era eso, entonces ella ¿qué era? ¿Eh?... ¡Era lo mismo! ¿No? ¡Porque eran sus cosas! ¿Viste que desde chica era viva, yo?
  Fue todo idea de Marcelo, mi primito. Desde ese día dejó de ir a casa. Él me dijo que me disfrazara así para jugar a la mamá y el papá. Siempre jugábamos y a mí me gustaba mucho. No te olvides que era una niña de trece años.
  -…
  No, él ya tenía dieciséis para diecisiete, pero igual jugaba conmigo. Pero solamente cuando estábamos solos. Era muy bueno, él. Lo hacía más por mí que por él, porque decía que me veía aburrida.
  -…
  No, no me tocaba, sólo me decía: “mi amor esto, mi amor lo otro…” Bah! Lo que dicen los matrimonios, ¿no?
  ¿Me seguís? ¿Te aburro?... ¿No? Bueno, sigo entonces.
  Después fue mi hermana la que me lo dijo. Ella salía con un chico, su primer novio creo que era. No me acuerdo bien. Me acurdo que se llamaba Esteban. Era lindo pero no era mi tipo. Bueno, la cosa es que él un día llegó a buscarla y mi hermana no estaba. Lo invité a pasar y, como siempre fui muy social y atenta, comencé a hacerle cosquillas en la panza. Siempre jugábamos así.
  Cuando mi hermana llegó, nos encontró en el sillón. Él encima de mí, haciéndome cosquillas en la panza. Yo reía a carcajadas, era divertidísimo. Me gustaba ese juego porque era un juego inocente y yo siempre fui un poco inocente.
  Bueno, mi hermana se puso como loca, le empezó a gritar, le decía: “¿¡no te da vergüenza!? ¡Mirá cómo estás! ¡Pero mirá cómo estás! ¡Me das asco!”  Y no sé qué más le habrá dicho, porque ella siempre fue media exagerada, le gustaba llamar la atención y por todo te hacía un teatro. Pobre. Claro, él estaba todo transpirado y colorado. De tanto forcejeo en el juego, supongo yo. Si hasta recuerdo que estaba agitado, el pobre. Y mi hermana, siempre tan pulcra, odiaba la transpiración.
  Igual la re entiendo. A los novios hay que cuidarlos. Pero ella nunca reconoció que tuvo suerte que él jugara así conmigo y no con otras. Yo soy su hermana y por mí no tenía de qué preocuparse. Además, yo era chica, ¿qué daño podía causar?
  Mucho no me importó porque yo jugaba así con mi profesor de gimnasia. Es que, debido a que era muy inteligente, también era la preferida, sobre todo de los profesores.
  Eso fue lo que les dio envidia a Camila y las demás chicas. Incluso Cecilia me dejó de hablar, y un día me llamó así delante de todo el colegio. Pobre, yo sé lo que es la envidia. Es algo muy feo, porque un día sentí envidia  cuando mamá le regaló una de sus pulseras a mi hermana. Pero ahí nomás me dije: “esto está muy mal”, y nunca más tuve envidia de nada ni de nadie. Porque yo, cuando me propongo algo lo cumplo. Así como soy de inteligente, de orgullosa y de justa, soy de decidida.
  Bueno, pero eso no importa. Lo importante es que un buen día el profesor de gimnasia me llamó así. Él se llamaba Ignacio o Ismael, no me acuerdo bien. Era bastante joven al lado de los demás profesores, ¿qué te diré?, tendría veintiocho para veintinueve, o veintinueve para treinta, más o menos. La cosa es que un día se enojó conmigo.
  Estábamos  jugando a “las cosquillas”, así le decía él, y me pidió que le hiciera cosquillas más debajo de la panza, entonces le hice cosquillas en el ombligo, por ahí. Igual, mucho no se reía. Creo que estaba cansado porque estaba agitado y me hablaba con voz entrecortada. Me decía: “más abajo, por favor…” Entonces, no sé por qué, pero me quiso besar. Por supuesto que yo lo rechacé, y se enojó. Me dijo un montón de barbaridades que yo no comprendía. Me acusaba de provocadora, y yo no entendía a qué se refería. Así que, como soy decidida, corté por lo sano y le dije que no jugaba nunca más con él. Ahí fue que me lo gritó.
  Mucho no me importó porque yo ya jugaba a las cosquillas con Andrés, mi primer noviecito. ¡Él sí que era lindo! Era muy bueno, también. Era tan bueno que jugaba el mismo juego con su amigo, Javier…
  -…
  Sí, ya era grandecito. Diecisiete para dieciocho. Yo tenía por entonces quince… No, catorce para quince. Y ya sabía que la amistad lo es todo, y más para los hombres, ¿o me equivoco?... Sí, catorce, porque él me dejó justo para mi fiesta de quince. Vino junto con Javier, su amigo, y me dijo que lo nuestro no iba más. Fueron cuatro meses hermosos, casi cinco. Se fueron abrazados. Me despertaba tanta ternura esa amistad…. En fin…
  A mi fiesta de quince vinieron mi familia y mis primos. Igual a mamá y a mi hermana las vi poco. Seguían ofendidas conmigo, después de años. ¿A vos te parece?... Mis compañeras no fueron y nunca fui de tener amigas, así que eran muy pocas chicas. Lo que hace la envidia, ¿viste? Es difícil ser la preferida de los profes y de tus compañeros. Ellos sí, fueron todos. Incluso llevaron a amigos de ellos que yo apenas si los conocía.
  Ya termino. Prepará unos matecitos mientras yo sigo, ¿dale? Dulces, por favor. Bueno, ¿en qué estaba?... Ah!, sí.
  Siempre me llevé mejor con los chicos. En el pueblo todos me conocían. Bah! Casi todos. Siempre fui popular. Eso me pasaba por ser tan buena y tan sociable. Igual, el pueblo no era muy grande.
  -…
  ¡No, con todos no! ¿Qué te diré?... con el setenta por ciento, más o menos, por decirte algo. ¡Pero es que era un juego tan divertido! Sin dudas, era mi juego favorito. Para ese entonces ya había olvidado las muñecas. Maduré, bah! Además, la risa es salud. Lo leí por ahí. Leía mucho yo, pero más que nada revistas de moda. No importa.
  -…
  ¡Te digo que no tenía nada de malo! ¡Te lo juro! Vas a ver cuando lleguemos al pueblo. Preguntale a cualquiera. Pero no le preguntes a ninguna vecina porque esas son unas envidiosas de mierda, andá a saber lo que te inventan. Pero yo estoy tranquila, sé lo que soy. Y soy una persona sumamente inteligente que sabe diferenciar lo blanco de lo negro.
  -…
  Y… Sí… Besos hubo con más de uno, pero nada importante… ¡Pero te estoy diciendo la verdad, no te enojés!
  -…
  …¿Por qué ahora?... No sé, supuse que, como vas a ser mi marido, tendrías que saber un poco de mi infancia…
  -…
  …¿Una mano de más?... No, creo que no. No te digo que nunca porque te mentiría, pero por lo general no.
  -…
  Bueno, te enojaste. Si querés no te cuento más. Yo sólo quería que sepas un poco más de mí.
  -…
  A los veintiuno, cuando ya era mayor…
  -…
  Con un novio, ¿con quién más va a ser?
  -…
  Sí, fue amor en su momento. Yo no tenía experiencia en el amor… Con los demás fue solo sexo, pero no con todos ¿eh? ¿¡Qué te creés que soy!?
  ¡No me mires así! Conozco esa mirada y a vos no te voy a permitir que me llames así. Esa mirada viene acompañada de esa palabra, ¡y no te lo voy a permitir!
  Me tenés que entender. Una cosa lleva a la otra, pero nada más. Igual no fue con todos… ¿qué te diré?... con un para largo. No, tampoco largo, exagero… En fin, no llevé la cuenta, porque no fue nada importante para mí. Era como parte del juego… Total, eso es parte de mi pasado. Todos tenemos un muerto en el placard, ¿no?... Vos también tendrás el tuyo y yo no pienso juzgarte, mi amor.
  Tengo sueño, vamos a dormir. Mañana volvemos a mi pueblo. Espero no te sorprendas si me gritan en la calle. Seguro es una envidiosa de esas. Allá está plagado de envidiosas. Además, los mates ya están fríos y lavados. Pero estaban ricos, ¿eh?
  -…
  ¿Qué? ¿Te vas a quedar un ratito?... ¡Ah, ya sé! Estás nervioso porque mañana volvemos a mi pueblo y vas a conocer a mi familia, ¿no?... Sí, supongo que no debe ser fácil conocer a la familia de la novia, ¿no?

Escrito el 23 y 24 de diciembre de 2007

8 comentarios:

  1. Excelente, me fasciné! Realmente muy bueno! "era inteligente"! me encantó...

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  2. Este es uno de los tantos cuentos que pude leer en cuanto lo terminaste de escribir!!! Y si, en los pueblos hay mucha gente envidiosa, sobre todo cuando se es muy sociable XD buenisimo!!!

    Anddy

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  3. jaja esta genial victor!! la verdad muy bueno, me gusto!!!
    Aldanaa

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  4. No te voy a llamar asi eh... ja muy bueno che

    Abuelo

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  5. Ey! gracias por los comentarios, a todos. Me alegra saber que les gusto. Un beso y abrazo para todos =)

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  6. que bueno grench!!no sabia que sale un cuento tan interesante por pensar solo.que bien,siga asi!!un beso y abrazo calido

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  7. Gracias Tania... Si che, del aburrimiento y de darle vueltas al marote salen cosas como estas =) peor es nada. Besos.

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  8. interesantee haora si m qdo un poco mas aclaaradoo estoo

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