El humo del porro
hacía a la vez de sahumerio y se impregnaba en todas partes. La ropa, el pelo,
la barba… los libros. Los libros sufrieron las mayores consecuencias de lo que
produjo el humo. Los relatos sufrieron
cambios bruscos. Los personajes se revelaron. Todo se tornó absurdo como en una
obra de Urdapilleta o un relato de Copi. Los personajes pasaban de orgías en
orgías, entre mujeres hermosas y hombres fornidos, entre orgasmos y dolor,
entre frustraciones y placer. El humo produjo la locura: la risa demoníaca, los
pensamientos obscenos, oscuros, sucios, placenteros… Todo junto y mucho más. El
humo enrojeció los ojos. Humedeció los sexos. Erectó. El humo lo invadió todo y
ya no hubo razón…. Sólo placer. Ya no hubo ficción, solo placer. Y cada novela renovó
su historia. Y cada personaje hizo lo que quiso. El humo les dio la libertad
para sentirse vivos, para no sentirse escritos por escritores maldito o malditos
escritores. El humo llegó a sus vidas para quedarse. Y lo absurdo fue su
realidad. Cuando el humo comenzaba a apagarse, los personajes comenzaron a
sentirse humanos… Y fue ahí que todos, incluyéndome, decidimos cuidar el humo,
mantenerlo vivo para seguir viviendo. Para sentirnos parte de una ficción que
es nuestra realidad. Para que nuestra realidad sea de ficción… O simplemente
para no enloquecer a diario…
18 de septiembre- 14 de octubre de 2011
Linda excusa para seguir fumando!! jaja es un chiste... esta bueno el relato.
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