viernes, 23 de septiembre de 2011

Diálogo o Disparate


Cuando estoy triste suelo pensar en cosas que me ponen más triste. ¿A usted no le pasa? No a mi no. A mí sí. Y no se lo recomiendo para nada porque hasta peligroso es. Hace mal al alma. Yo no creo en esas cosas. ¿Qué cosas? Eso del alma y la vida después de la muerte. Todas mentiras. No, señor. Nada de mentiras. ¿O no se emociona usted, acaso? ¿Y eso qué tiene que ver? ¿¡Cómo qué tiene que ver!? ¡Tiene que ver! Cuando uno se emociona, es el alma la que sonríe. ¿No se siente mejor usted cuando sonríe? Eso es porque el alma está bien. No sé de qué me hablás. ¿No entiende? Digo que el alma…. Vos no entendés nada, piba. Cuando uno se muere, se muere. Y punto. Mire señor, estoy tratando de ser amable porque es algo que me enseñó mi madre. Ella misma me enseñó eso del alma. Quién me manda a mí a tratar de ser amable con usted. Andá tranquila, que yo no te llamé para nada. Ya sé que no me llamó. Vine solita porque se me dio la gana. Porque me dio lástima. ¡Lástima las pelotas, piba! Vos no me tenés que tener lástima. Lástima te tengo yo a vos, que te metieron en la cabeza todas esas mierdas del alma. ¿Sos católica vos? ¡Qué le importa a usted! ¿Y a vos realmente te importaba saber si yo pensaba en cosas tristes cuando estoy triste? ¿O lo preguntaste porque te creés que podés ir por la vida preguntando cosas privadas solo porque querés ser amable? ¿No te enseñaron que eso no se hace? No, no me enseñaron. Me enseñaron a ser amable y respetar a los demás. Pero si me faltan el respeto yo también se lo puedo faltar. Sos igual a tu madre. ¿Qué sabe usted de mi madre? ¿No te sentís decepcionada al saber que sos igual a ella? ¿No sentís que se salió con la suya? ¿Qué te moldeó a su antojo? Te impuso todo: sus términos, sus rictus, su forma de caminar, de pensar. ¿¡Usted qué sabe de mi madre!? Y si fuera igual a ella estaría orgullosa. ¿Orgullosa de ser una copia? ¿De haber actuado toda tu vida como ella pretendió que actuaras? Una vida de imitación. Eso es lo que sos: ¡una imitación de tu madre! No llores, piba. No me gusta ver llorar a las mujeres. ¡No las haga llorar entonces, estúpido! ¿Cuándo estás triste es el alma la que se pone triste? ¿O cómo es la cosa? Váyase a la mierda, señor. ¡Bien! De hecho, muy bien. ¿Ves como a veces es necesario mandar a la mierda a alguien? Decilo de nuevo. No. Dale, le va a hacer bien a tu alma. ¿Siempre es así de estúpido? Dale, decilo de nuevo. ¿Le gusta que lo insulten? Usted me parece un degenerado. Y vos me parecés una frígida y sin embargo podemos seguir charlando. ¡Esto no es una charla! Esto es… ¡un disparate! Eso es lo que es. No seas mojigata, querés. ¿De dónde conoce usted a mi madre? No la conozco. No es necesario conocerla para saber que sos una imitación de ella. ¿Te persignás cuando andás por la calle o en el colectivo y pasás frente a una iglesia? ¿Por qué lo hacés? ¿Qué sentís en ese momento? ¿Sentís algo? ¿O lo hacés por inercia, porque tu madre te lo enseñó cuando eras chica? ¡Váyase a la mierda, señor! ¿Sabés que sos muy linda cuando insultás? Degenerado. Frígida. Ni siquiera sé lo que significa, así que no me afecta. ¿Sos virgen? ¡Qué asco! Usted me da asco. En serio, piba: viví un poco. Sos joven. No me interesa vivir como viven los demás jóvenes. Bueno, pero por lo menos viví tu vida y no la de tu madre. Usted no conoce a mi madre. Tu madre es la que todos los domingos  está sentada en el primer banco de la iglesia, con cara de regocijo como si dios la hubiese elegido, es la que en la cena dice que el sermón le dejó una gran enseñanza sin especificar cuál es. Tu madre es la que critica a todas pero el domingo las saluda y se ríe de los comentarios solo para ser educada y amable. Tu madre es una hipócrita. Y vos sos testigo y cómplice de todo eso, porque te callás. Porque no querés admitir lo que es tu madre. ¡Váyase a la mierda, viejo asqueroso! ¡Usted no puede hablarme así! Yo solo quise ser amable. No llores, piba. Yo… Solo quería ayudarte. ¡Nadie le pidió ayuda! ¡Nadie te pidió amabilidad! ¡Váyase a la mierda!... No llores más, che. No me hagas caso. Soy un viejo arisco. Dale piba, no llores más. Hagamos una cosa: andá a tu casa y pensá en esto, en este diálogo o disparate, como quieras llamarlo. Refleccioná un poco en silencio y vas a ver que los dos estamos equivocados y sin embargo dijimos algunas verdades. Hacé eso, ¿dale? Yo pienso hacer lo mismo. No le voy a hacer caso a un viejo loco. Yo le hice caso a una pendeja cuerda que dijo que se iba pero permanece a mi lado. Solo porque espero el colectivo. Hacelo piba. Me gustó charlar con vos. A mí no. Bueno, no hablemos más. Listo, no hablamos más… Allá viene mi cole. ¡Váyase a la mierda! ¡Amén!

15 y 22 de septiembre de 2011

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